Hoy vengo en plan preguntón. Ya saben que el verbo “preguntar” me encanta, que forma parte de mi ADN personal y profesional. Y es que sin preguntas no hay respuestas. Aunque pueda parecerlo, no es una obviedad. ¿Son conscientes de lo que encierra esa sentencia aparentemente tan simple a primera vista? Por ejemplo, si yo quiero cambiar algo de la vida cotidiana que me disgusta, poner en marcha un proyecto de desarrollo rural en no sé qué zona de Zamora, diseñar una asignatura en una nueva titulación de una universidad española o latinoamericana, etcétera, es imposible realizar correctamente la encomienda si previamente no se han respondido algunas cuestiones clave, resumidas en varios interrogantes que deben responderse previamente, a saber: ¿qué, por qué, cómo y para qué quiero hacer lo que me propongo o aquello que me han solicitado? Por tanto, sin preguntas previas es imposible avanzar y resolver los problemas que nos acompañan o los encargos que alguien me solicita. Las preguntas siempre estarán ahí. Como el jueves.

Imaginen el inicio de una clase, a las 9:15 de la mañana, en la Facultad de Ciencias Sociales, de la Universidad de Salamanca. Concretamente en el Grado de Trabajo Social. La asignatura: “Estructura social y desigualdades”. Y el tema: “Estructura ocupacional y desigualdad social”. Tras los buenos días y las presentaciones de rigor, solicito a mis estudiantes (presenciales y virtuales) que, antes de avanzar, cada uno debe pensar y formular algunas preguntas que les gustaría hacer sobre el mercado de trabajo, el empleo, el paro, etcétera. Trascurrido el tiempo estipulado, compartimos las preguntas que habían pasado por sus cabezas. Y, como es lógico, yo también expongo las mías: ¿Cómo transitar al mercado laboral 4.0 con menos trabajadores y más envejecidos? ¿Temes a la robotización laboral? ¿Cómo afecta la precariedad laboral de los jóvenes en España? ¿Hay alguna relación entre el desempleo y la malnutrición? ¿La conciliación de la vida laboral y familiar es un lujo? ¿Por qué naufragan las denuncias por acoso laboral?

No esperen las respuestas (de ahí el título de arriba). No hay suficiente espacio. Simplemente las muestro para insistir en la importancia de preguntar sobre aquello que observamos, que nos intriga, que nos deslumbra, etc. Sin preguntas, es imposible que, por ejemplo, la ciencia avance. Detrás de cualquier nuevo descubrimiento científico siempre se encuentran las preguntas de los investigadores, fascinados por resolver y encontrar respuesta a los problemas y enigmas ocultos. Siempre ha sido así. Bueno, no siempre. El verbo “preguntar” ha molestado y aún hoy sigue incomodando en aquellos ámbitos donde los nuevos conocimientos suponen cuestionar el poder que han sustentado aquellas personas, grupos u organizaciones que lo han monopolizado. Si la verdad os hará libres, el único método de alcanzar la verdad y, por consiguiente, la libertad, es formulándose preguntas, cuestionándose siempre lo que ven nuestros ojos o entra por nuestros oídos. Porque solo el ejercicio de preguntar salvará nuestras vidas. Solo. Ahí queda.