Hoy no sé de qué escribir, pero sí sé que no lo quiero hacer con palabras teñidas de gris marengo. De idus de Marzo a idus de Marzo… y aquí tendría que añadir mil desgracias, pérdidas dolorosas que han dejado el alma afilada como una escanda; no. De noches negras, despedidas sin palabras, ayes en habitaciones blancas y azules, remordimientos y sombras como cipreses de Silos; no. De miles de muertos que son pura estadística para unos, heridas sin curar eternas para otros; no. De irresponsables a paladas que silban y miran para otro lado como si la muerte no tuviera seña de identidad ni dejara rastro manchado de sentimiento que no se apaga ni debajo del agua; no. De ruina y carcoma que se zampa todo lo que tiene vida y encorva la salud y la hacienda hasta despellejarla y dejarla a la intemperie, expuesta a la helada; no. De normas y leyes que se aprueban en parlamentos urbanitas sin tener en cuenta nunca a quien vive perdido en el campo y se hunde en el huerto de los recuerdos; no. De eso no quiero escribir.

Hoy quiero escribir de este aire puro, aguzado como una navaja de afeitar, que entra por la ventana abierta de esta ciudad hermosa y esquiva como la luz equinoccial, de esta provincia que refleja mejor que ninguna la inmortalidad de la belleza y viste desde ya su desnudez de divina proporción con ropajes de mil tonos verdes resplandecientes y puros como un cuadro interminable de Pedrero, vendimia que alimenta el alma con ambrosía que no engorda.

Hoy quiero escribir de ti y de mí, de los zamoranos de aquí y de allá que aman su tierra y disfrutan con sus besanas retorcidas, esos recovecos que esconden tesoros impagables de historia y anuncian un mañana que hay que conquistar a base de esfuerzo, pero que existe, sí existe.

De este cielo de mar parado y bobo, abierto a la primavera que ya asoma su patita pero que la va a meter a la carrera cuando este fin de semana que llega alumbre la espada de la blanca. Zamora es así: tierra de contrastes, sicalíptica y huera, dependiendo de quien la viva y quien la habite. Hoy estamos por los blanco, viva siempre la vida y la condición zamorana (aunque duela).