Todas las sociedades están conformadas por hombres y mujeres. Y desde tiempo inmemorial, todos, y digo todos porque es el plural aceptado por la Real Academia Española para designar a los diversos géneros, han colaborado para que no desaparezca la especie y para resolver los problemas que se le presentan al planeta.

Numerosos escritores y filósofos han reflexionado sobre el tema de la igualdad o la desigualdad entre hombres y mujeres.

Un emperador romano, Marco Aurelio, apodado El Sabio, seguidor de la filosofía estoica, al final de su vida se dedicó a poner por escrito en lengua griega, sus reflexiones sobre la naturaleza humana en doce tomos y afirmó lo siguiente: “Pues hemos nacido para colaborar, al igual que los pies, las manos, los párpados, las hileras de dientes, superiores e inferiores. Obrar, pues, como adversarios los unos de los otros, es contrario a la naturaleza.”

Como la filosofía y otras muchas materias, que nos concilian con nuestro pasado y nos ayudan a aclarar nuestro presente, han dejado de estar incluidas en nuestros planes de estudio, les recordaré que el estoicismo surgió allá por el siglo IV antes de Cristo, y fue una escuela filosófica, que se enseñaba en la Stoa o pórtico pintado del ágora de Atenas, la cual intentó formar a los seres humanos, a partir del desarrollo de la razón y de la virtud, que ellos identificaban con la imperturbabilidad.

En dicha doctrina se consideraba esencial a cada persona como miembro de una familia universal, ideas que ayudaron a romper barreras regionales, sociales y raciales, por aquel entonces, y ya han pasado unos cuantos años.

Según ellos, el estoicismo es la capacidad o la fuerza de voluntad de un individuo, para controlar sus sentimientos y poder mantenerse firme ante la adversidad o ante los contratiempos de la vida.

Hoy en día se ha puesto de moda defender los derechos de la mujer, y su empoderamiento, que no es por nada, pero es un nombre masculino, lo cual no me molesta lo más mínimo, y que significa, la adquisición del poder o independencia por parte de un grupo social desfavorecido para mejorar su situación.

¿Y qué hacen los gobiernos para conseguir esto del empoderamiento?

¿A qué grupos desfavorecidos de hombres y mujeres imperturbables, que están en las colas del hambre, ayudan?

En nuestro país, se han creado nuevos ministerios, secretarías generales, asesores a diestro y siniestro, para colocar a los familiares, amigos y conocidos, como siempre ha ocurrido, cuya efectividad es muy dudosa, por no decir nula, y se dedican no a resolver los problemas de fondo que se presentan, sino a dividir a los hombres y a las mujeres. Y en ello andan.

Y lo que es más grave, muchos de quienes los dirigen viven en una continua contradicción.

Por supuesto que hay que ayudar a la gente maltratada, a las mujeres y a los hombres de la familia universal de la que todos sin excepción formamos parte y sin intentar enfrentarnos. Ese es el único camino que existe

Cito palabras textuales de doña Irene Montero en una entrevista en televisión: “Pensar que una mujer, puede ser portavoz parlamentaria o puede desempeñar cualquier responsabilidad en una empresa, en la política, en cualquier sitio porque es la pareja de no se quien o la hija de no se quien, eso son cosas que forman parte del pasado, para la mayoría de la sociedad. A las mujeres, más bien al contrario, nos cuesta el doble o el triple que nos hagan, que nos respeten y hacernos valer.”

¿Pero de qué coste está hablando?

Como comprenderán no me da ninguna confianza esta señora, como directora de algo, porque dice una cosa, hace la contraria y se queda tan campante.

Y como si con esto no tuviéramos bastante, su marido, en otro supuesto debate añade para aclararnos el concepto: “De Ana Botella que representa todo lo contrario a lo que han representado las mujeres valientes en la historia, es la que encarna ser esposa de, nombrada por, sin preparación, relaxincap o café con leche, y además belicista. Una mujer cuya única fuerza le viene de ser esposa de su marido y de los amigos de su marido. En un día como hoy, 8 de marzo me gustaría felicitar a las mujeres del país y agradecerles que no se parezcan a Ana Botella.”

Como apenas sabía el currículo de doña Ana Botella, consulté por Internet y aparece lo siguiente: “Estudió Derecho en la Universidad Complutense de Madrid. Aprobó las oposiciones al Cuerpo de Técnicos de Administración Civil del Estado y desde entonces ha trabajado para la Administración Pública en el Ministerio del Interior, el Gobierno Civil de Logroño, en el Ministerio de Obras Públicas, en la Delegación de Hacienda de Valladolid y el Ministerio de Hacienda.

Como tampoco conocía el currículo de doña Irene Montero también lo consulté y resulta que, Se licenció en Psicología” en la Universidad Autónoma de Madrid y “trabajó como dependienta en la cadena de electrónica y electrodomésticos Saturn”.

Y a estas alturas del feminismo de pacotilla que manejan muchos de los que nos gobiernan, de tanta palabrería absurda, y propaganda chatarra, es que estoy harta. Conozco a muchos hombres educados, trabajadores, buenos esposos, buenos padres de familia, buenos hijos, que pagan sus impuestos, muchos de ellos desesperados porque no saben cómo van a poder llevar adelante sus negocios, que están preocupados por sus familiares y amigos a causa de la pandemia, que no tienen para comer, que ven el futuro incierto, y también a muchas mujeres que sufren lo mismo que los hombres. Y con la que está cayendo, a Uds. lo que les preocupa es si convocan manifestación para seguir expandiendo la pandemia como hace un año o no. ¿Pero en qué cabeza cabe?

Dedíquense a trabajar de una vez en lo que sepan, pero no nos intenten catequizar ni separar. Los hombres y mujeres de este país se merecen un respeto.

Por supuesto que hay que ayudar a la gente maltratada, a las mujeres y a los hombres de la familia universal de la que todos sin excepción formamos parte y sin intentar enfrentarnos.

Ese es el único camino que existe. Y vuelvo a Marco Aurelio:

“Cualquier ser de la naturaleza está satisfecho de sí mismo cuando transita el camino apropiado. Y un ser racional transita el camino adecuado cuando no consiente en admitir representación alguna falsa o incierta. Cuando dirige sus impulsos solamente hacia el bien común. Cuando limita los deseos y las aversiones en la medida que dependen de él mismo.”