Las estrellas nacen cuando una masa de nubes frías, formadas por gas y polvo, comienza a encogerse por efecto de su propia gravedad. Pero existe un tipo de estrellas que nacen de forma espontánea, de la nada, como si brotaran desde la más absoluta negrura del espacio sideral. Si ya es difícil contemplar el nacimiento de una estrella normal a partir de una nebulosa, las estrellas que surgen de forma espontánea son fenómenos físicos casi imposibles de ver pues en realidad no se trata de estrellas sino de agujeros blancos: huecos por los que fluye la energía de un agujero negro en vías de extinción. Y las condiciones para que un agujero negro entre en erupción son tan escasas como grietas tiene la teoría de la relatividad que rige el Universo.

Me llamaron para darme el presupuesto del arreglo del microondas que inexplicablemente dejó de funcionar una mañana y resulta que me costaba lo mismo que comprar uno nuevo en un supermercado, así que como es lógico he decidido arreglarlo pues en lo que se refiere a los microondas no está probado que los recién comprados y con garantía duren más que los viejos. Además, y esto es lo más interesante, mi decisión propicia la supervivencia de tiendas de cercanía, evita que un cacharro tenga que ser transportado en barco por el Ártico -hoy por hoy es la ruta más corta se vaya donde se vaya- y deja con la boca abierta a decenas empresas de electrodomésticos que sin reparo alguno están dispuestas a explotar a personas, sea cual sea su edad, para producir más y más barato hasta conseguir que cualquier arreglo no sea competitivo.

Por esta decisión tuve que soportar que me llamaran cariñosamente tonto y me tragué una mosca cuando llevaba el microondas de vuelta a casa, y eso que la mascarilla que tenía puesta era nueva, al menos no puesta muchas veces.

No me van a creer pero lo cierto es que la teoría de las estrellas espontáneas está muy extendida en el planeta Tierra, tanto es así que si en el cielo de la noche se llenara, de pronto, de puntos blancos, pocos individuos se preguntarían qué ha pasado y por qué.

Como prueba citaré la carne. Es cierto que algunas personas se hacen retóricas preguntas sobre las condiciones de su aparición en las vitrinas de los establecimientos, pero son las menos: la mayoría sigue al pie de la letra la teogonía de los agujeros blancos y compra la carne porque le gusta, venga de donde venga. Y ahora no me digan que el imparable crecimiento de las macrogranjas por todas partes no es síntoma de lo que digo.

Da igual que un pestilente camión lleno de animales enjaulados nos adelante antes de llegar al supermercado con nuestro utilitario; si somos creyentes, y la fe ya sabemos que es ciega, seguiremos tomando las mismas decisiones que tomábamos antes de que el camión apareciese cargado de evidencias por el retrovisor.

Regresando al asunto de la mosca, nunca entenderé cómo después de dejar fruta en un sitio cerrado enseguida aparecen moscas de la fruta, aun cuando antes ninguna mosca hubiera estado allí. Es lo que se llama nacimiento por generación espontánea, y que en la Edad Media trajo de cabeza a más de un teólogo, incluyendo a Santo Tomás.

Aunque demos la imagen de seres racionales, lo cierto es que los humanos seguimos dejándonos llevar por centenares de creencias, y una de ellas es la que se refiere a los agujeros blancos, al automático surgir de las cosas ante nuestros ojos: las cosas son como son y no hay forma de cambiarlas porque salen de la nada y permanecen así hasta que se estropean -y desaparecen-.

Podemos educar a nuestros hijos en el consumo responsable, e incluso practicarlo, pero no sin riesgo a acabar convertidos en apóstatas, como cuando la mayoría bien pensante aseguraba que la Tierra era plana y que el Sol giraba alrededor del ombligo de nuestra especie. La ciencia nos dice que los agujeros blancos son un fenómeno tan improbable que lo más seguro es que ni siquiera existan, pero una buena parte de los seres conscientes que habitan el planeta piensa que la realidad está llena de estrellas que aparecieron de un día para otro en cualquier estantería de cualquier supermercado.

Para librarse de estas falsas creencias, lo mejor es una buena lupa. Yo la llevo cada vez que realizo una compra. Acerco la lupa a la mercancía y examino las etiquetas

Para librarse de estas falsas creencias, lo mejor es una buena lupa. Yo la llevo cada vez que realizo una compra. Acerco la lupa a la mercancía y examino las etiquetas. Es una pena que en ellas no quede reflejada la declaración de impacto ambiental y humana del producto, es decir: qué huella de carbono deja su fabricación y transporte, qué salario le pagaron a los trabajadores y en qué condiciones trabajaban y, si viene al caso, cuántas niñas o cuantos niños intervinieron en el proceso. Así mismo, para determinadas cosas convendría añadir algunos datos relativos a los efectos secundarios: las tierras raras de sus componentes y las guerras que desencadenan, por ejemplo.

Solo la lupa, convertida en elemento indispensable a la entrada de los comercios y grandes superficies -como lo es ahora el gel hidroalcohólico- podría revertir esta peligrosa tendencia tan contemporánea de creer que las estrellas que vemos en el cielo cada noche nacen esa misma noche gracias a los reponedores de estrellas, cuando en realidad son satélites artificiales dirigidos por multinacionales.

¿Pero y las moscas? Para mí que llegan desde el lado no visible, desde esa otra realidad que hemos aprendido a ignorar. Las moscas, estoy seguro, son los únicos seres capaces de viajar por todas las dimensiones. Cuando llegue el día en que todo se invierta y lo que ahora es blanco sea negro, y al revés, ellas seguirán viajando de un lado a otro, sin notar la diferencia.