Hoy, 14 de marzo, se cumple un año de la declaración del estado de alarma. Una decisión política que iba a cambiar nuestras vidas. No obstante, seamos sinceros: ¿ustedes imaginaron alguna vez que todo lo que hemos vivido desde entonces iba a suceder? ¿Acaso sospechaban que lo iniciado con una medida específica de alcance temporal limitado se fuera a convertir en un terremoto de consecuencias tan devastadoras para tanta gente? Yo nunca lo sospeché. Incluso pensaba, como muchas de las personas con las que me codeaba por aquellas fechas, que todo pasaría mucho antes de lo previsto. Pero, una vez más, me equivoqué. El tiempo iba pasando y en esta misma columna iba compartiendo las dudas, los interrogantes y los comentarios sobre algunas escenas de la vida cotidiana que me sacaban y, aún hoy, me siguen sacando de quicio. También se colaron reflexiones sobre la fragilidad humana y los cambios que deberíamos realizar para no repetir viejos errores. Pero, a estas alturas, he de confesar también que soy poco o nada optimista.

En cualquier caso, hoy puede ser un buen día para hacer balances. Todos hemos tenido tiempo para repasar los acontecimientos que se han ido encadenando desde aquella fecha que, guste o disguste, ya forma parte de nuestra historia. Si lo han hecho, ¿a qué conclusiones han llegado? Sería bueno que mientras come o toma un café con su familia verbalice lo que haya sentido durante los últimos meses. ¿Qué imágenes aterrizan en sus cabezas? ¿Tal vez las escenas de los aplausos a las ocho de la tarde y los mensajes optimistas convenciéndonos de que todo iba a salir bien? ¿O se cuelan sobre todo las escenas de dolor, de las cifras de fallecidos y las despedidas de los seres queridos que nunca se hicieron? Es posible, sin embargo, que los sentimientos que le acompañan sean sobre todo los de la frustración y el cabreo por las medidas políticas y económicas que se han tomado durante los últimos meses y, de manera especial, las escenas de división que hemos presenciado entre los responsables de algunas administraciones públicas.

Entre las reflexiones que hoy pueda compartir con sus amigos, familiares y seres queridos es posible que aparezcan también las imágenes y las manifestaciones de esa legión de irresponsables que siguen manteniendo que todo esto es un cuento chino y una auténtica patraña. O, como mantienen otros, una estrategia de una maraña de poderes ocultos para conseguir el control político, económico y social a través de la inoculación del miedo y la estrategia de vacunación que ya conocemos. Que siempre haya habido poderes en la sombra tejiendo la historia de los pueblos no significa que, en este caso, tengamos que echar a juerga lo que estamos viviendo. Quien aún desconfíe, por favor, que se acerque a los hospitales y a las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI). Y que luego lo comparta con los demás. En fin, indistintamente de lo que cada persona pueda pensar, lo que está claro es que el aterrizaje del maldito virus y la gestión de la pandemia han cambiado nuestras vidas desde el 14 de marzo de 2020, una fecha difícil de olvidar.