El ‘Día de la Mujer’ ha dado mucho de sí. No me voy a detener ni en la calle, ni en la bronca. Prefiero hablar de mujeres coraje. De mujeres valientes. De mujeres que lo dan todo sin esperar nada a cambio, como la misionera española Alicia Vacas que ha sido distinguida con el Premio Internacional a las Mujeres Coraje que otorga el Departamento de Estado de Estados Unidos, en el marco de la decimoquinta edición de los International Women of Courage y en un acto presidido por la primera dama, Jill Biden, y el secretario de Estado, Anthony Blinken.

Lo que aquí en España nos cuesta reconocer: el valor, la entrega, la generosidad, en definitiva, el coraje de nuestros misioneros y misioneras, en el resto del mundo sus trayectorias son alabadas y premiadas. Nunca olvidemos que en situaciones de conflicto y peligro, cuando algunas de las grandes ONGs desaparecen, salen por pies, los misioneros y misioneras permanecen, se quedan aún a sabiendas de que pueden dejarse la vida, como ha ocurrido tantas veces.

Sor Alicia es en la actualidad responsable de las Misioneras Combonianas para Oriente Medio y Asia. Desde hace quince años coordina, con eficiencia y eficacia, toda la labor social de esta congregación en Israel, Palestina y Jordania. Su primer destino fue Dubai, donde llegó hace tres décadas. Durante ocho años estuvo al frente de una clínica en Egipto volcada con enfermos sin recursos económicos. Así es la Iglesia, siempre al lado de los más vulnerables, de los parias, de los desasistidos, de los que sufren. La Iglesia reivindicativa de la que pocos hablan, porque no interesa. Sor Alicia ha salido constantemente al rescate de los derechos de los beduinos en Betania. Y no se ha rasgado las vestiduras.

El galardón, que también han recibido otras trece mujeres, pone en valor la valentía y el liderazgo, en proyectos que defienden la paz, la justicia, los Derechos Humanos, la igualdad de género y el empoderamiento femenino. Sin hacer ruido, sin manifestaciones multitudinarias, sin levantar la voz, también las monjas españolas luchan por eso que se arrogan ciertos colectivos que quieren para sí el monopolio de la lucha por la igualdad. Quiero reivindicar la labor de las misioneras, la labor de las monjas de nuestros colegios, las pocas que quedan en los hospitales y las que habitan los palomarcicos, como sor Mercedes, donde realizan una labor extraordinaria mediante el ‘ora et labora’.

A sor Alicia no se le cayeron los anillos cuando tuvo que atender a religiosas enfermas durante la terrorífica primera ola de coronavirus en Italia. Así son mis misioneras españolas y mis monjas. Un ejemplo a seguir.