La pandemia es un fuelle que sopla hacia adentro, nos ha quitado el aire y ha teñido de negro nuestras emociones. Por eso, cuando nos han dejado –que la voluntad individual se ha tornado más junco que nunca- hemos salido en estampida a respirar, a comernos la naturaleza, la única fuerza que no ha cambiado en un año. En estos meses de confinamiento interior y de fracaso social hemos descubierto que los intersticios de Zamora son bellos hasta el tuétano: vivimos en una provincia hermosa, verde, sí, verde; húmeda, sí, húmeda; variada, sí, como un país de cuento.

Hemos descubierto que la cascada de Sotillo tiene hermanas de espuma dorada en Abelón de Sayago, San Ciprián, Terroso (Aguas Cernidas, qué nombre más ensoñador), Almaraz de Duero…, que Sanabria tiene réplicas aquí y allá en un mapa que vuela bajo en la claridad cansina de las tierras de Campos, Pan y Vino, en las lomas de pinos del Bajo Duero y Guareña, en las motas rojizas de los valles benaventanos, en las gotas de negrillo resplandeciente de Aliste, en la belleza pétrea y doliente de Sayago…

Hemos salido al campo y hemos comprendido. A mí la revelación me visitó en un sembrado de colza, junto a la Cuesta del Viso, un domingo frío y lluvioso del febrero más seminal que he conocido y que acabamos de elevar a los altares por sus más de cien litros de lluvia de media provincial. La imagen: 32 avutardas contadas con calma, enfrascadas en la ceremonia del celo, cuando los machos se estiran y lucen sus plumas más escondidas y las hembras esperan para elegir. Entonces comprendí: esto, y la fuerza iniciática de las cascadas, y los lobos, y la naturaleza salvaje, y la biodiversidad casi virgen…, eso es lo que quieren disfrutar ellos y ellas, los que no viven aquí.

Y desempolvé un viejo pensamiento que vive ahí, debajo de la alfombra de la habitación de la lógica: alguien con poder y sin nombre lleva años mirándonos sin hacer nada, esperando a que nos muramos o nos marchemos y dejemos el espacio libre, con sus bellezas naturales y sus bichos. Entonces, entonces será el momento de declarar esta provincia y parte de la España sin gente espacio verde europeo y organizar visitas guiadas.

Todavía estamos a tiempo de dar un puñetazo en la mesa y revolver todos los planes. Que se jodan.