Ya pasó el ‘Día de la Mujer’. Un día un tanto diferente. Menos en Barcelona donde en vísperas se desmadraron las concentraciones. Confieso que para mí el “Día de la Mujer’ es todos los días. No podemos circunscribirlo a una fecha determinada por muchas connotaciones de interés feminista que tenga. Nos debemos reivindicar todos los días. Todos los días debemos permanecer atentas y en la lucha. Porque la igualdad es una lucha constante. No se puede bajar la guardia.

Lo que tampoco se puede hacer es aplicar políticas erráticas y extremas, políticas que no convencen a nadie. Estimo que la ministra de Igualdad, Irene Montero se está equivocando. Nunca el feminismo ha estado tan dividido como ahora. Incluso los militantes inscritos de Podemos y grupos feministas de toda la vida se muestran contrarios a lo que hace y a lo que dice.

La radicalidad no conduce a nada. La controvertida Ley Trans que impulsa el Ministerio de Igualdad, por citar un ejemplo que convence a muy pocos, está desatando la ira de muchos colectivos al entender que el borrador actual puede afectar a derechos de las mujeres e infancia, junto a reproches por falta de debate en el seno de la formación morada sobre esta normativa.

No entiendo por qué la cúpula de Podemos tiene tanto miedo al debate. El debate es sano y democrático, lo contrario es otra cosa nada buena para la salud democrática. Irene Montero debería ser más prudente, rodearse de gente cualificada y competente, más allá de su niñera y otras amistades, consensuar todo aquello que dice y hace y tratar de hacer las cosas mejor. Menos autoritarismo, menos sectarismo y más debate ‘público e interno’ como le piden sus propios compañeros de la formación morada. Existe un manifiesto con adhesiones que superan el millar de firmas y donde figuran algunos nombres que ostentan cargos internos y públicos del partido. Los problemas de los podemitas que forman parte del Gobierno de coalición, no son sólo con la parte socialista del mismo, las relaciones con los suyos se están deteriorando a marchas forzadas.

Irene Montero no sabe escuchar, no quiere escuchar a quienes discrepan, con razonamientos lógicos y contundentes, de sus posturas siempre tan radicales. Que escuche a organizaciones y teóricas del feminismo, que dialogue para acercar posiciones y que por proteger a unos no socave los derechos de otros. No puede seguir equivocándose de la forma flagrante que lo viene haciendo. Debería utilizar más el sano ejercicio del diálogo. No del monólogo, que es su forma de comunicación y expresión favorita, sino el diálogo, a ser posible muchas bandas.