Qué pena, una ciudad tan cosmopolita y tan bella como Barcelona, pasto del terrorismo callejero, el nacional y el importado, fundamentalmente de Italia. No había visto salvajismo igual. Quemar un furgón policial con el policía dentro es una salvajada mayúscula. A los jueces que juzguen a estos indeseables no puede ni debe temblarles la mano. A la trena con ellos. La Ciudad Condal, y con ella el resto de Cataluña, no puede seguir soportando los disturbios que hacen de esta comunidad autónoma noticia en todo el mundo. Una notica que corre en contra de los intereses turísticos y empresariales de las cuatro provincias catalanas.

Los disturbios se han saldado con los destrozos que nos han mostrado las teles y con catorce detenidos, me parecen muy pocos para todos los que han intervenido en la barbarie. De esos catorce mal nacidos cinco son anarquistas italianos y uno francés, no nos basta con los de denominación de origen autóctona que para que la barbarie sea más heterogénea, más universal, más plural, tenemos que jorobarnos y contar con los que cruzan las fronteras con total impunidad para hacer lo único que saben hacer: destruir. Y ahora, por lo que sabemos, también matar.

En el extranjero hablan de Barcelona como la capital europea de la violencia antisistema. Y, repito, eso no es bueno. Lo tremendo es que grupos que se denominan a sí mismos políticos y democráticos, alienten la barbarie y den alas a los bárbaros para seguir con sus desmanes, para cometer estos y otros atropellos. ¿A qué espera la autoridad competente, que no la autonómica que nada hace, para intervenir y evitar esta vergüenza? ¿Tiene acaso que morir un Mosso, un miembro de la Guardia Urbana o un Policía Nacional para que acaben con esta situación?

La pasividad gubernamental es insultante. Y todo, porque parte del Gobierno de España está formado por antisistemas disfrazados de políticos. No hay más que escucharles, no hay más que oír sus proclamas para saber de qué lado están. Ni del lado del Estado de Derecho, ni del lado de la Ley. Ellos van a su bola intentando ganar terreno y adeptos que se convierten en adictos.

Desde el 16 de febrero Cataluña soporta este estado de cosas. Cataluña y los empresarios catalanes que, por fin, se han plantado diciendo ¡basta ya! Se acabó lo que se daba que ha sido estopa, adoquines, fuego, barricadas y más. No necesitamos que el movimiento anarquista se enseñoree de España. Han empezado por Cataluña pero el resto del territorio nacional no está libre de su posible presencia. No son unos locos, están perfectamente organizados.