Una vez me llamaron para participar en el programa Granjero busca Esposa, y por supuesto que dije que sí. En aquel momento estaba más sola que Nils Olgerson recorriendo Suecia con su bandada de gansos, además, desde chica soy incapaz de decir que no a una buena aventura.

Lo mismo me da entrar en la famosa casa de la loca en Palomares del Río, una supuesta casa encantada donde puedo asegurar, por mucho video que suban a YouTube, que no hay nada, ni psicofonías ni fantasmas en vinagre, que hacer el camino de Santiago cubano sola, recorriendo Cuba entera desde Pinar del Río a Santiago de Cuba a dedo y en bus con una guía Lonely Planet y una mochila. Y hasta recorrer Islandia en pleno invierno con coche de alquiler, pero acompañada esta vez. Qué con los años merma la temeridad, pero no las ansias de nuevos retos.

Así que, cómo iba a decir que no.

Nunca había visto el programa, pero qué más da, no hay que dejar que la realidad estropee una buena historia. Al poco, me visitaron dos personas del programa y de la productora. Para cerciorarse, imagino, de que efectivamente no me hacía pasar por granjera sólo por encontrar el amor y alcanzar la popularidad televisiva, y de que vivía en una casa y no en el aprisco ovejuno.

Al parecer, el formato surgió en Francia, igual que las ovejas Île de France, porque el país vecino es la cuna del neo ruralismo y de las eco aldeas. Después de mudarse al rural, aquellos Adanes y Evas urbanitas habían reparado en que estaban en contacto con la naturaleza, pero más solos y faltos de cariño que una coruja sin su corujo.

Tenían una excelente conexión a Internet y podían vender sus productos directamente al consumidor, Dios bendiga al Estado francés, sí, pero seguían solos. Así que se hacía necesario emparejarlos pronto con una Jennifer Aniston o un David Beckham a lo allons enfants de la Patrie con los que crecer y multiplicarse. Y aquel programa se vendía como la solución perfecta.

El argumento consistía en que mientras durara el rodaje, mis cuatro amorosos candidatos debían convivir conmigo en casa y ayudarme en mis quehaceres diarios con las ovejas. Y como el roce hace el cariño y quien bien te quiere bien te hará llorar, pues lo dicho, que el refranero se encargaría de hacer el resto.

Con hondo pesar, y pese a lo que me gustaba de chica ver la serie Anillos de Oro junto con mi madre, tuve que declinar amablemente la oferta del programa y renunciar al amor televisivo y a la fama. Me quedé sin aventura y sin portada de Interviú.

Luego estaban los personajes de reparto. El más importante era la madrina, una especie de Virgilio guiando a Dante, pero esta vez por el arte de amar y no a través del infierno. Una madrina que podría ser mi madre, una vecina, mi mejor amiga o la profesora de Krav Magá, pero como ando huérfana de casi todo, mi asalto al amor mediático amenazaba ruina.

A los del programa no les pareció tan grave que María de la O no fuera ni la mitad de desgraciaíta que yo, y no le dieron tanta importancia al hecho de no poder contar con una madrina que me aconsejara sobre qué candidato era mejor para mí.

Nuevas zozobras. Los amigos, esos grandes traidores. ¡Ni Bruto! Ellos sí eran seguidores del programa, por lo que se negaron en banda a participar. Sin embargo, a los responsables tampoco les echó para atrás la espantada de mis amigos, porque estaban firmemente decididos a conseguirme el amor…

De todas formas, al final no vino el tío Paco con las rebajas, vino mayo con la consabida mayor carga de trabajo del año. Las ovejas son criaturas de fotosensibilidad negativa, es decir, tienen más celos a partir de septiembre porque hay menos horas de luz. Por lo que, tras cinco meses de gestación, mayo aparte de ser el mes de las flores y de María, se convierte en el mes de los corderos. En mayo, no trabajo con ovejas, vivo entre ellas.

Con hondo pesar, y pese a lo que me gustaba de chica ver la serie Anillos de Oro junto con mi madre, tuve que declinar amablemente la oferta del programa y renunciar al amor televisivo y a la fama. Me quedé sin aventura y sin portada de Interviú. Todos salimos ganando.

(*) Ganadera y escritora