Cada quien es muy libre de gestionar su dolor, su pena, su rabia, su tristeza como Dios le dé a entender. Solo que, a veces, quien parece que da a entender el modelo de gestión a seguir es el mismísimo Lucifer. También yo lamento que Julia Otero padezca cáncer. Y que Quique San Francisco haya estado enfermo. Y que Andrea Levy padezca fibromialgia. Y que Jordi Évole padezca cataplexia. Y que Carme Chaparro sufra el Síndrome de Ménière. Y que Belén Esteban padezca diabetes o la dolencia auditiva de Santiago Segura. Lo lamento profundamente. Pero ni se me pasa por la imaginación desear que todas y cada una de estas enfermedades las padezcan otros como Pablo Iglesias, Echenique, Irene Montero, Monedero o el mismísimo Pedro Sánchez o cualquiera de sus ministros.

Sin embargo, el periodista Máximo Pradera, un tipo que antes me caía bien, publicaba el pasado jueves un polémico artículo en el que lamentaba el cáncer que padece Julia Otero, preguntándose por qué no es posible que la enfermedad le toque a otros como a Macarena Olona, diputada de Vox, al ex presidente Aznar o a Donald Trump. Pradera, argumenta a su manera los motivos por los que el cáncer podía haber “atinado mejor” contra las víctimas propiciatorias que ha designado, quedándose tan oreado.

Macarena Olona se lleva una serie de piropos, impropios en un caballero. La llama directamente “arpía”, “monja alférez” y lindezas por el estilo. Una vez más, no he visto la reacción inmediata a semejante desproporción y sin venir a cuento, de las feministas. ¡Ah, claro! Olona es de Vox! Si hubiera sido de Podemos o del PSOE se hubiera armado la de San Quintín. Desconozco la reacción de Aznar y la de Trump, dicho con mucha guasa. Sin embargo, Macarena Olona le ha contestado, simple y llanamente: “Su indecencia no tiene límites”. A mí también me parece una indecencia todo lo vertido por este señor. Si otro lo hubiera dicho de personas de la izquierda, estaría escribiendo lo mismo. Porque gente así, necesitada de aprender qué es la pluralidad en política, me da asco.

No se puede caer más bajo. Con estos sus perniciosos deseos, MP ha conseguido lo contrario de lo que perseguía. Cuan elegante hubiera quedado preocupándose y condoliéndose por el problema de Julia, sin más. Solidarizándose con todos y todas cuantos padecen este tipo de enfermedades. Seguro que tan indecentes deseos, expresados sin pudor alguno, también hay que enmarcarlos en la tan traída y llevada ‘libertad de expresión’. Se me ocurren, así, a bote pronto, maldades como las de Pradera. Gracias a Dios que no soy como este individuo.