El viceportavoz del PP en el Ayuntamiento de Zamora se ha quejado amargamente, de que la Corporación actual sea incapaz de gastar lo presupuestado y de que no avance en la ejecución de determinados proyectos, cuya implantación promete año tras año. Debido a ello, como si una gran preocupación le estuviera devorando por dentro, el concejal ha dejado entrever una sensación de sorpresa. Como si las promesas que las instituciones públicas han venido haciendo en Zamora, a lo largo del tiempo, hubieran llegado a cumplirse, alguna vez, con cierto rigor. Esa deficiente gestión de los proyectos, la equipara al “día de la marmota”. Y no le falta razón, porque los años van pasando, y a los proyectos no se les ve el pelo por ninguna parte, ya que, o se abandonan, o se les da la vuelta como un calcetín, o se les cambia de contenido. El caso es manosearlos, año tras año, para así marear mejor la perdiz.

No obstante, hubiera quedado mejor arropado su argumento si hubiera añadido que ese inacabable “día de la marmota” abarca, no solo ese periodo de cinco años que él cita (el tiempo que lleva gobernando el equipo actual en la Casa de las Panaderas) sino veintinueve años, que es lo que suma lo que lleva gobernando IU, más los veinticuatro que fue gestionado por el PP, partido al que pertenece el concejal. Durante ese largo periodo de tiempo no han sido pocos los proyectos que se han visto truncados, o que no han llegado a verse culminados, o que han sido demorados varias décadas, o los que no se realizarán nunca.

Si para el citado concejal, una demora de cinco años le ha hecho pensar en “el día de la marmota” ¿Qué le sugerirá a los ciudadanos de a pie el conjunto de incumplimientos y demoras acumulados en esos veintinueve años a los que antes me he referido?

Paciencia no les ha faltado a los zamoranos que aquí moran, y a los que viven fuera. A los que han aguantado a pie de obra. Y a los que tuvieron que irse, porque en Zamora era labor harto difícil asegurarse las habichuelas. Unos y otros están viendo como transcurren los años, los quinquenios, y las décadas, sin que aparezca el final del túnel, sin que se ejecuten la mayor parte de los proyectos. No solo los de las instituciones locales (Ayuntamiento y Diputación) sino, también, y de manera especial, los de la Comunidad de Castilla y León, y los del Gobierno Central.

Cualquier día de éstos (Posiblemente antes que sea publicado lo que ahora escribo) el ayuntamiento de IU saltará a la palestra y sacará una ristra de datos, tratando de contrarrestar los argumentos del sorprendido concejal del PP. De manera que el “y tú más” seguirá su curso, formando parte del paisaje. Mientras tanto, los problemas continuarán sin resolverse. Y es que los políticos no se cansan de practicar aquello del “hablar por hablar”. Y como piensan que la gente no tiene memoria, no se cortan en lanzar medias verdades, o verdades a medias, a ver si cuela alguna.

En su critica a la gestión municipal, el concejal del PP ha denunciado “la desidia de un alcalde vago y a media jornada”. Tal afirmación parece rayar más en lo personal que en otra cosa. No hace tantos años tuvimos en Zamora un alcalde del PP que simultaneó ese cargo con el de senador, presidente de la Federación de Municipios y consejero de Caja España, y a nadie se le ocurrió decir, a pesar de los cuatro cargos que ocupaba, que trabajara de alcalde al veinticinco por ciento.

Tras mucho tiempo dándose puñaladas, ahora parece que, en Madrid, la tormenta se ha tornado en chirimiri, ya que en estos días hemos podido ver como el Gobierno central (PSOE-UP) y el principal partido de la oposición (PP) parecen querer acercarse a un acuerdo que, de una vez por todas, decida la composición del Poder Judicial, del Tribunal Constitucional y del consejo de RTVE. Un acuerdo que, de manera torticera, han venido demorando en función de los intereses de sus respectivos partidos. Pues si a ese nivel, y para temas de tan gran relevancia, parece posible una brizna de acuerdo, ¿Por qué no se puede remar en la misma dirección en el ayuntamiento de una pequeña población como la nuestra? ¿Por qué tirarse los trastos a la cabeza?

¿Tan difícil es acordar una gestión conjunta del “Teatro Principal” y el “Ramos Carrión”, en lugar de jugar a hacerse la competencia, como si de Mercadona y Carrefour se tratara, y así aprovechar las consecuentes sinergias? ¿Tan difícil es ceder algún edificio, por poner por caso, el antiguo Palacio de la Diputación, apenas utilizado, para ubicar allí el Museo Baltasar Lobo, en lugar de criticar lo inadecuado que resulta el edificio del Ayuntamiento Viejo, dados los pocos metros de los que dispone? Son solo dos ejemplos. Dos simples ejemplos en los que se observa el poco interés que se pone en defender los intereses de la capital y la provincia.

Y es que el verbo construir no parece formar parte del ideario de los partidos políticos, sino el de “leña al mono” y “ande yo caliente, ríase la gente”.