Veinticinco de febrero los puños tristes se alzaban: / se nos iba el compañero de las derrotas ganadas, / de las batallas perdidas, valiente y dando la cara / de la dignidad en lucha en las miles de batallas / pacíficas en la calle donde su presencia estaba / apoyando a los que sufren, a los que sólo son parias, / legión famélica y hambre de la tierra que trabajan.

¡Puños al aire! Dijimos, y enseguida se agrupaban / las personas que en su lucha la Internacional cantaban. / En recuerdo de los mayos que en la plaza resonaba; / el día de la república, tercera que nos aguarda; / en todos los cumpleaños que descumplía con gracia / Amable que es nuestro amigo… y compañero del alma / de los que van a ser todo, de los que hoy parecen nada.

Su padre republicano, y por ello le mataban / cuando Amable era muy joven. Contra eso se rebelaba. / Amable dice que sólo los comunistas luchaban. / Por eso fue comunista, para que el tirano caiga. / Tras la cárcel y el esfuerzo la lucha continuaba: / Para que el hombre sea libre de dictadura en España / soplar la potente fragua que libertades nos traiga.

Por fin deja de burlarnos la ley, y la democracia / algunos derechos da, mas continúa la batalla / por la igualdad. Y por ello, el compañero trabaja: / en la sede del Mercado las puertas nos franqueaba / pues es el que cada día como un deber allí estaba / para exigir los derechos. Y en ella cuentas sumaba / al céntimo, “¡venga Amable!” Su honradez así mostraba.

Nos agrupábamos todos –Amable nunca faltaba- / demostrando que derechos con deber se reclamaban. / Amable fue comunista, nunca se rindió, luchaba. / Su humanidad de hombre bueno el respeto se ganaba / de quienes por sus ideas bastante lejos estaban. / En su nombre homenajeamos a todos los camaradas. / Amable no aceptaría si no es así estas palabras.

Veinticinco de febrero, la Internacional cantaban, / en nombre de los que en casa los puños también alzaban, / con lágrimas, con la pena que apenas deja entonarla / -buena disculpa si siempre desentonamos con gracia- / con profundo sentimiento, con compromiso, con ganas, / delante de las banderas que al camarada acompañan, / las que defendió en su vida, las que nos deja en el alma.

Con tu ejemplo seguiremos perdiendo muchas batallas, / celebrando las derrotas y victorias no esperadas. / Entonando esas estrofas, siempre tan mal entonadas, / que forman parte de este poema dedicado con el alma / a quienes nunca se rinden, como nuestros camaradas.

Veinticinco de febrero cuando el Duero se llevaba / lágrimas que son más que agua, pensamientos de esperanza. / Las palabras que en su espuma –palabras de amor palabras- como un susurro gritaban: ¡Hasta siempre, camarada!