Las salidas de pata de banco de los eximios miembros de Podemos adheridos al Gobierno de Pedro Sánchez en el que se han enrocado contra viento y marea, son de antología, de antología del disparate, de la insensatez, de la imprudencia, del dislate, todo junto y por separado. Sólo faltaba el coordinador federal de Izquierda Unida y ministro de Consumo, Alberto Garzón. Para no ser menos que sus compañeros, también Garzón ha querido opinar sobre el encarcelamiento de Pablo Hásel. Me niego a considerarlo rapero. He estado escuchando raps y a raperos a barullo para saber de qué van sus mensajes y ninguno tan execrable, depravado e infame como el catalán.

Según Garzón el encarcelamiento de ese individuo “es un síntoma de anomalía democrática grave”. ¡Vaya, hombre! Encerrar a quien injuria, ultraja, vilipendia y escarnece a la Corona, a los judíos, a la Policía Nacional, la Guardia Civil, las Fuerzas Armadas, la bandera, en fin, todos contra los que según Podemos hay que arremeter con vesania porque, además, se va a despenalizar el delito que recae sobre esas conductas es “un síntoma de anomalía democrática grave”. ¡Coñe! Yo creía que los anómalos eran ellos que todo el puñetero día están dando síntomas, de palabra y de obra, de anomalías democráticas graves. No lo digo yo. Lo dicen miembros de muchos Gobiernos de la Europa común e incluso en Bruselas donde no son muy bien vistos que digamos.

Que Garzón, Iglesias, Monedero, Montero y Echenique hablen de ‘anomalía democrática’ es insultante. Con su aparición en escena descubrimos que gracias a la democracia española, las anomalías podían incluso instalarse en el Gobierno y no precisamente en calidad de invitados, como así ha sido. Ellos nos han traído todas las anomalías que sufrimos los españoles y que no son pocas. Según la que “Limpia, Fija y da Esplendor”: “anomalía es el cambio o desviación respecto de lo que es normal, regular, natural o previsible” y como ejemplo añade: “anomalías en la construcción provocaron el derrumbe. Eso es lo que parece perseguir esta gente, llenar de anomalías la construcción del gran edificio de la democracia española a cuya consolidación todos contribuimos, en mayor o menor medida, para provocar el derrumbe. No será hoy, ni mañana, pero puede que pasado mañana sí.

Garzón no quiere que se convierta en ídolo a un tipo, cito textual: “que no tiene convicciones democráticas homologables a las del Siglo XXI”. Increíble pero cierto. Una contradicción más de los de UP. Los únicos que han hecho de un sinvergüenza y delincuente, a tenor de las condenas, al ídolo que Garzón detesta, son precisamente su compañero Echenique y compañía.