Una nueva moda recorre los pueblos y ciudades de España: los murales callejeros. De un tiempo a esta parte, me topo con ellos por aquí y por allá, en las ciudades más prósperas y en las humildes, en los pueblos con fuste y en aquellos donde solo quedan cuatro almas. En la ciudad de Zamora empezamos a ser ya referentes a nivel nacional. El plan de muralismo que ha impulsado el ayuntamiento está dando sus frutos. Por lo que veo y escucho, cada vez hay más personas que empiezan a preguntar por esta nueva oferta cultural. Yo mismo he tenido que responder a la llamada de varios colegas foráneos que estaban interesados en conocer sobre el terreno lo que habían visto en las redes sociales. Como no podía ser menos, les he animado a liarse la manta a la cabeza y recorrer la nueva ruta de los murales en una ciudad que es mucho más que lo que ya sabemos: el románico, la Semana Santa, el río Duero o el arroz a la zamorana, por citar unos cuantos ejemplos muy básicos de una larga retahíla de rasgos que nos definen e identifican.

Pero los murales callejeros también podemos disfrutarlos en los pueblos de Zamora. Donde menos te lo esperas, un mural sale a tu encuentro. Yo estoy entusiasmado con que así sea. Por eso, cuando me topo con ellos no me queda más remedio que echar mano de la cámara del móvil para capturar las escenas que aparecen sobre una pared, un callejón, una puerta, un frontón o un depósito de agua. Porque cualquier espacio puede ser pertinente para inmortalizar las escenas más variopintas de la vida cotidiana, rescatar escenas costumbristas de otras épocas o lanzar mensajes sobre las cuestiones políticas o sociales más diversas: violencia de género, protección y cuidado de la naturaleza, etc. Los murales que he visto durante las últimas semanas se encuentran en Villaflor, Sesnández, Santovenia del Esla, Tapioles, San Agustín del Pozo, Villardiegua de la Ribera, Rabanales, Palacios del Pan y Montamarta. Y tengo pendiente la visita a La Torre del Valle, uno de los pueblos pioneros en impulsar esta nueva forma de expresión artística.

Aunque los murales callejeros sean una moda, especialmente en las zonas rurales, estoy convencido de que han venido para quedarse. Por eso precisamente los pueblos, las asociaciones y, en definitiva, los vecinos de cualquier localidad, sea grande, mediana o minúscula, harían bien en impulsar este tipo de iniciativas. No solo porque aportan colorido a los pueblos sino porque las calles, las plazas, las callejuelas, etc., se pueden convertir en museos pictóricos al aire libre, con las posibilidades de atracción turística que ustedes ya pueden imaginar. Pero lo más importante, al menos desde mi punto de vista, es que estas expresiones artísticas brindan a nuestros pueblos la posibilidad de sacar pecho, es decir, orgullo colectivo, cuando se trata de rememorar y compartir escenas, vivencias y costumbres de antaño, que no dejan de ser los hilos con los que hemos ido tejiendo nuestras señas de identidad. En resumen, que estas manifestaciones pueden reforzar la cultura rural. De lo cual, como pueden sospechar, yo me alegro.