Opinión
EDITORIAL | Las consecuencias del cambio climático en Zamora
En menos de una semana, pasamos de los carámbanos y la cencellada en gran parte de la provincia a una temperatura absolutamente anómala

Nieve en Zamora por la borrasca Filomena. / José Luis Fernández
Uno de los recursos más utilizados por los negacionistas del cambio climático es referirse a la supuesta ausencia del mismo ante catástrofes naturales relacionadas con el frío. En su débil argumentario, identifican cambio con calor y cuestionan que pueda hablarse de aumento de la temperatura media del planeta ante la evidencia de registros estrictamente invernales. Es el caso, por ejemplo, de las declaraciones de Donald Trump en 2019 cuando, a raíz de las grandes nevadas que asolaron Estados Unidos, exclamó: “¿Dónde está el cambio climático cuando se le necesita?”.
Que ante cada episodio de frío extremo haya quienes -por desconocimiento o por mala fe- duden de los riesgos reales del calentamiento demuestra lo necesario que es dar más voz a la ciencia. Fenómenos como el de Filomena, cierto es, causaron muchos menos problemas en la provincia de Zamora. Pero también aquí el cambio climático es palmario y un repaso al mes anterior, enero, confirma ese calentamiento. A pesar del frío glacial registrado a mediados de mes, la mínima absoluta de 6,8 grados bajo cero puede calificarse de normal y son varios los años recientes en que el mercurio descendió por debajo de esa temperatura. El récord de enero hay que buscarlo justo por el fenómeno contrario. En menos de una semana, pasamos de los carámbanos y la cencellada en gran parte de la provincia a una temperatura absolutamente anómala para la época de año: 18,9 grados que pulverizaban un fenómeno similar no contabilizado, en el mismo mes, pero de 1924.
Las alteraciones térmicas y de precipitaciones se han convertido en habituales y desatan las alarmas por las terribles consecuencias que pueden traer consigo. En el mes anterior, diciembre de 2020, el fenómeno se acusó de manera especial en la comarca de Sanabria. Tras un episodio de nevadas generalizadas las temperaturas se elevaron súbitamente alcanzando cotas del todo inusuales y más en altas latitudes como la localidad de Porto, donde las mínimas se mantuvieron durante días varios grados sobre cero, hasta 12 grados positivos durante toda la noche. El deshielo de la nieve acumulada en las sierras se produjo en menos de 86 horas, lo que ocasionó las crecidas correspondientes de los ríos, anegando vegas e instalaciones de los pueblos de la comarca sanabresa. Justo al comienzo de ese mes, diciembre, los embalses presentaban un estado de alarma, con una media del 48% de su capacidad, 37 puntos por debajo de cómo habían iniciado el año. En el presente mes de febrero, los pantanos de Zamora han visto subir exponencialmente sus reservas, hasta un 20% en una semana debido al deshielo y la sucesión de frentes lluviosos. El pasado fin de semana las presas del Duero se veían obligadas a abrir sus compuertas. El río alcanzaba un caudal de más de setecientos metros cúbicos por segundo y la alerta por inundación se activó en Toro y en la capital. Por las mismas causas, las variaciones térmicas al alza, se han modificado las poblaciones de invierno que acostumbraban a anidar en Reservas como las Lagunas de Villafáfila. Las aves de los países más al norte ya no utilizan como refugio del invierno las salinas zamoranas, siguen su rumbo porque ya no temen el frío de sus destinos. Al igual que ya no hace falta esperar a San Blas para ver a las cigüeñas sobrevolar por los cielos de Zamora y confeccionar nidos en los tejados de las iglesias. Cada vez más ejemplares se quedan en el territorio provincial todo el año.
Las aves de los países más al norte ya no utilizan como refugio del invierno las salinas zamoranas, siguen su rumbo porque ya no temen el frío de sus destinos
Ya no se tratan de episodios aislados. Así lo certifica la comunidad científica. El Aula de Estudio del Lago de Sanabria analizó la anomalía del mes de diciembre para concluir que los episodios de deshielo y riadas serán cada vez más frecuentes y en todas las épocas del año. La consecuencia se verá, en pocos meses en el lago de Sanabria, en plena Reserva de la Biosfera. Las aguas del mayor lago de origen glaciar de la península, tendrá que procesar todos los nutrientes arrastrados y atrapados en su cubeta. En primavera, la fertilización extraordinaria del agua propiciará el desarrollo de grandes poblaciones de algas y bacterias. Una nueva presión para el estado ecológico de la masa de agua natural más preciada de la provincia. El cambio climático se acelera propiciado por las emisiones de CO2 de fábricas, industrias y motores y sus consecuencias llegan hasta los extremos más recónditos del planeta, también a este rincón apartado de la despoblación y de campos baldíos. Pone en peligro la subsistencia de la actividad agropecuaria, que tiene por delante un reto colosal para adecuarse a esa reducción de gases de efecto invernadero y al reciclado de sus desechos como garantía básica para asegurar el futuro de la producción. Los acuíferos también se ven afectados y, con ellos, el elemento indispensable para la vida. Las temperaturas de este mes de febrero también registran anomalías al alza. Ya no vale ampararse en negacionismos absurdos. Lo que ocurre a nuestro alrededor va más allá del “febrerillo loco” del refranero popular.
Los negacionistas, contra las predicciones de los organismos internacionales que abogan por la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero, responden a intereses económicos y políticos, a un déficit de información alarmante o a un conjunto de teorías conspiracionistas que niegan los más contrastados datos científicos. Olvidan que el cambio climático que ya padecemos se refiere a manifestaciones de un clima extremo e inestable, que tanto puede provocar fenómenos como el Gloria del año pasado o el Filomen de hace unos días, como una serie continuada de altas temperaturas, sequía y desertización. Los científicos advierten de que la probabilidad de que se produzcan estos fenómenos extremos es cada vez mayor. El debilitamiento de las corrientes de aire de la estratosfera, con un calentamiento repentino, favorece la aparición de áreas anticiclónicas, con la formación de grandes masas de aire frío que, en contacto con las cálidas y húmedas, generan los fenómenos referidos, una tormenta perfecta a la que se añade el deshielo de los polos, que desencadena fuertes bajadas de temperatura y tormentas de nieve en latitudes inferiores.
Solo conviene recordar los datos más cercanos. Las llamadas “roturas del vórtice polar”, provenientes directamente del calentamiento global, son responsables en buena parte de los fenómenos que estamos sufriendo cada vez con más reiteración. Es decir, las nevadas históricas y las heladas que superan los límites establecidos no son la supuesta confirmación de una normalidad climática estacional y, por ende, la negación de los cambios atmosféricos anunciados por los expertos. Son justamente la consecuencia de una situación extrema que está llegando, si no se pone remedio urgentemente, a un punto de no retorno que hipotecará irremediablemente nuestro futuro y el de las futuras generaciones.
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