Sabemos que el término clase media se aplica a las personas con un nivel socioeconómico medio que se sitúa entre la clase baja y la clase alta. Y que difiere según la comunidad autónoma de que se trate. Sabemos igualmente que, producto de la pandemia sanitaria y económica, la clase media española pierde peso y cae a niveles previos a los años 90. En Cataluña, como no podía ser de otra forma, los parámetros son diferentes al resto del territorio español, donde las diferencias son notables.

Me hace gracia, hay que reír para no llorar, el concepto de ‘clase media’ que tiene Pilar Rahola. Esta señora, polemista de profesión, considera que cobrar un sueldo de 6.000 euros mensuales “es de clase media apurada” y, uno de 2.000 euros es de “proletariado”. Esa ha sido su forma de quejarse por la subida del irpf de la Generalitat de Cataluña a las rentas altas. No sé cómo se le ha quedado a usted el cuerpo, a mí los ojos me hacen chiribitas.

Cataluña no es Castilla y León. Allí los sueldos deben ser muy superiores con respecto a los que la gran mayoría ciudadana percibe por estos lares. De hecho, por aquí, los sueldos, son de pobre de solemnidad si nos guiamos de los parámetros establecidos por la polemista. Eso, los que tengan sueldo. Porque del confinamiento para acá, entre Ertes, despidos directos, cierres y demás, un sueldo fijo es la ilusión de muchos o lo que es igual, poder trabajar para ganarse el pan con el sudor de su frente.

Comprendo lo que dice la Rahola, sabiendo que tiene gastos considerables, a pesar de lo que gana en TV3: un total de 52.500 euros anuales, amén de otras participaciones muy bien remuneradas y gabelas inherentes a su condición de independentista. Rahola que vela armas para, llegado el momento, hablar del destino académico de la princesa de Asturias y de la cuantía anual de su educación, costea a su hija una educación de “clase media apurada” difícil de sufragar. Su hija, adoptada en el año 2000, no ha tenido más remedio que estudiar, hablamos del pasado, en un elitista colegio ubicado en los Alpes suizos y cuya tarifa asciende a 91.000 euros, que con los suplementos por las actividades extraescolares alcanza alrededor de los 130.000 euros.

No contenta con eso, está luchadora por los derechos de los más débiles, de los más vulnerables, decidió que la escuela suiza era insuficiente para la nena y la matriculó en una escuela de Nueva York a razón de 57.520 dólares anuales (47.435 euros). Eso que, en su opinión, pertenece a la clase media apurada.