No estoy muy seguro, pero creo que hoy, festividad de San Valentín, Domingo Gordo (esmirriado este año), hay elecciones en Cataluña. No sé si ustedes han oído algo y me lo pueden confirmar aunque sea a toro pasado. A mí me han llegado rumores sordos, ecos con sordina, como si se tratara de un secreto de esos que desvelan a gritos los tertulianos del programa “Sálvame”.

En realidad, me he enterado del asunto porque un primo lejano de la mujer del vecino de un compañero de trabajo de una hermana de mi cuñada ha llamado a su parienta para preguntarle cómo llevaba lo del COVID, se han puesto a charlar y, claro, el que llamó desde Barcelona le dijo que por allí se hablaba de que este domingo iba a haber elecciones autonómicas. Si no es por esa casualidad y por la cadena de “me han dicho que…”, no me habría enterado de lo de los comicios allende el Ebro. En el resto del país no hemos oído nada, silencio, como si España, además de robar a Cataluña no sé cuantas cosas, también le hubiera robado la información. ¡Estos españoles!

Ironías aparte, aun estoy alucinado por la repercusión en medios nacionales, regionales y hasta locales de las elecciones catalanas. Es verdad que la situación en Cataluña es uno de los principales problemas de la nación y, por tanto, su resolución o agravamiento influye, y mucho, en el devenir general, pero, hombre, una cosa es darle la importancia que tiene y otra que acapare, y con la pandemia, casi monopolice la información diaria.

Cierto que el “pròces”, la declaración unilateral de independencia, el 155, la huida de Puigdemont, el encarcelamiento y demás de otros líderes catalanes son algunos de los grandes retos a los que ha tenido, y tiene, que enfrentarse España, pero de eso a que nos sepamos de memoria la vida de milagros de Illa, Aragonés, Laura Borrás, Sabater, Alejandro Fernández, Ignacio Garriga, Jéssica Albiach y otros aspirantes a salir elegidos, media un abismo. Y también conocemos las andanzas por Jordilandia de gerifaltes nacionales de todos los partidos (Sánchez, Casado, Abascal, Iglesias, Arrimadas) e, incluso, de prohombres y promujeres con mando en plaza solo autonómico, como sucede con Isabel Díaz Ayuso, que últimamente se pasa más tiempo en Barcelona que en la Cibeles. Y no nos han faltado detalle de los debates, de las propuestas, de las posibles alianzas, de la evolución de las encuestas, de los perfiles de cada candidato a la Presidencia de la Generalitat, de su vida y milagros, de su historial, de sus contradicciones…O sea, que todos y cada uno de los españoles no catalanes también podríamos dar clases sobre los comicios en Cataluña.

Y ahí me asalta una buena dosis de envidia. Envidia sana, pero envidia al fin y al cabo. Y me surge al comparar estas evidencias con lo que sucede cuando vamos a pasar por las urnas en Castilla y León. Apenas se habla de nosotros a nivel nacional; apenas se difunden nuestros problemas, nuestra situación, nuestras aspiraciones; apenas se conocen los nombres y trayectorias de quienes aspiran a presidirnos (desde 1987, los mismos); apenas se realizan y publican encuestas; apenas se confrontan los mensajes de unos y otros; apenas se ponen sobre la mesa debates y soluciones…Y eso que todos somos iguales, que todos tenemos los mismos derechos y obligaciones y que, por ser ciudadanos de este país, merecemos idéntico trato. Pero no es así. Hace ya muchísimo tiempo que no es así. Lo que sucede en periodo electoral, por ejemplo ahora, lo demuestra; es un simple, mas significativo, reflejo de lo que viene ocurriendo desde hace siglos. Por eso, unos prosperan y otros emigran.

Sí, me confirma un amigo que hoy hay elecciones en Cataluña. Él también ha oído algo. O sea, que prepárense para la que nos va a caer encima desde ya mismo: apertura de colegios electorales, problemas en la constitución de mesas, declaraciones de los líderes, ambiente, porcentajes de votación, abstención, sondeos, sumas y restas, especulación sobre posibles alianzas, vetos, probabilidad de nuevos comicios (¡lo que nos faltaba!) y así horas y horas, seguramente días y días y tal vez meses y años. Cuando votamos aquí nos despachan en cinco minutos, o menos.

Mi amigo me recomienda paciencia y que, con el cambio del tiempo, salga a pasear y relea a los clásicos. No sé si empezar por Cervantes o Santa Teresa ya que los independentistas, y sus corifeos subvencionados, insisten, con estudios “rigurosos”, en que ambos, y otros cuantos genios, fueron catalanes. Una tortura. ¡Y encima se aproximan las elecciones en el FC Barcelona! No sé si meterme a monje de clausura. Ya les contaré.