A quienes nos preocupan los ganaderos y la despoblación de la provincia de Zamora, porque pensamos que todavía existan ganaderos en, lo que aquí llamamos comarcas de la Raya, es un milagro, y lo que nos ha mantenido solidarios con ellos está desapareciendo.

El movimiento de protesta por la noticia de declarar al lobo como especie protegida, ha generado en nosotros una sensación constante de ahogo, de no poder respirar. Quizá porque nos hemos dado cuenta que los ganaderos son unos seres anestesiados que se dejan llevar mansamente a la mascarilla de respiración artificial. ¿Hay alguien que desee que los pastores vuelvan a dormir en las majadas? Pues esa Ley, si se promulga, tal y como dicen los medios de comunicación, eso es lo que va a suceder durante algún tiempo, después ya no será necesario porque no habrá rebaños que proteger.

El otro día saludé jocosamente a un primo ganadero con la siguiente expresión: “primo ¡que viene el lobo! Mi primo es un tipo curtido desde la infancia en todas la “batallas” de los ganaderos sayagueses y sabe su historia, al menos, desde los tiempos en que Viriato, un antepasado nuestro, infligió a los romanos la derrota más humillante desde que invadieron la península Ibérica.

Escribe lo que quieras, me contestó, “pero nosotros no somos los enemigos del lobo, ni de la ministra del ramo. El lobo es nuestro adversario y queremos que la administración lo controle”. Hasta hace poco tiempo cuando en los montes galaico-leoneses-zamoranos había exceso de lobos esta función la realizaban las gentes del campo haciendo trampas y ojeos para capturarlos. Pero no exterminaban al lobo ni al jabalí ni otras especies porque sabían que eran los carroñeros que evitaban las pandemias.

Si el medioambiente de esta comarca ha llegado hasta nuestros días en la forma en que se encuentra es gracias a la labor del ganado y de los ganaderos. Aquí no ha habido grandes incendios por la labor de cortafuegos del ganado y el esmerado cuidado de las gente del campo y eso es así desde hace miles de años”.

Ahora lo que necesitamos es recuperarnos desesperadamente del largo período de la pandemia en que hemos perdido la mayor parte de las ganancias por la escasez de demanda de nuestros productos. Lo aceptamos con resignación, como siempre. A las seis de la mañana cada día en la majada, cuando llegamos y todo está en orden, gracias a los mastines que alimentamos nosotros, y a otros medios físicos que también hemos pagado, nos congratulamos. Ahora nos damos cuenta, sorprendidos, que nosotros en el 2020 hemos perdido las ganancias pero hay alguien que ha perdido la cordura. Debemos decirle a la señora ministra que las cosas fundamentales para vivir en el campo de la ganadería extensiva y a la hora de relacionarnos con el medioambiente la aprendimos desde muy “chiquitos”. Ahora nos obligan a discrepar contra la Administración, lo hacemos sin odio y disentimos sin violencia, pero no podemos hacerlo sin desconfiar. Sentimos que un sector de la sociedad, que no tiene nada que ver con la vida de los ganaderos, ha manipulado los sentimientos de alguien que no se ha parado a reflexionar cuáles son las consecuencias de proteger a la fauna mayor salvaje obligándonos a abandonar nuestra forma de vida. “¡Ah! puedes decirle a la Ministra, aunque sea de tu partido, que quite de la puerta el rótula de Reto Demográfico, para que no nos confundamos de Ministerio si algún día nos decidimos a ir a verla”.

¡Qué viene el lobo!