Estaba el pasado lunes tan tranquilo, escuchando la radio, cuando caí en la cuenta de que, en aquella emisora, estaba hablando el número uno, a la sazón presidente del Partido Popular. Le decía al periodista que le entrevistaba que él no era responsable de lo que hubieran hecho sus antecesores en la empresa – perdón, en su partido - cuando el andaba por allí haciendo carrera en otros cargos, y que, por tanto, las reclamaciones que la gente quisiera hacer a su partido que se las hicieran al maestro armero. Lo decía a propósito de la corrupción o presunta corrupción, financiación ilegal o presunta financiación, y contabilidad “B” o presunta contabilidad “B”, que como ave de presa sobrevuela la sede central de su partido desde hace años. En eso que acerté a ver a mi lado a una de las viejecitas del genial Forges que, persignándose, soltó aquello de “dremíadelamor hermoso”, todo seguido, tal y como lo había creado el genial humorista. Y es que la cosa no era para menos. La viejecita en cuestión farfullaba que ella cuando compraba algo en El Corte Inglés y luego resultaba que no cumplía con sus expectativas, siempre la habían atendido, de manera que su reclamación se había resuelto cambiándoselo o devolviéndole el dinero, sin ponerle ningún pero, con independencia de quien estuviera presidiendo su consejo de administración. De hecho, nunca había sabido quien era la cabeza pensante que dirigía aquel imperio de tan grandes almacenes.

La señorica, vestida de luto, con pañuelo negro en la cabeza, tras haber escuchado lo mismo que yo, extrajo de su mochila un ordenador portátil, y colocándolo sobre su regazo comenzó a manipularlo. A sabiendas que no está bien hacerlo, no pude por menos de observarla. Se notaba que estaba dotada de gran fluidez para su manejo, hasta el punto de que no pude por menos que meter baza al respecto: “¡se maneja usted muy bien!”, le dije. “¡Velay que sí!” me respondió, “es que me atrae mucho esto del internés”

A medida que navegaba, de pantalla en pantalla, iba apuntando cosas en un block. Aunque ella no lo pretendiera, a medida que pasaban los minutos iba aumentando mi curiosidad por saber cuáles eran sus anotaciones. Dada su proximidad, no pude por menos que echar un vistazo de soslayo, tratando de disimular. En su cuaderno había escrito una ristra de nombres detrás de un epígrafe que decía “Personajes del PP que han pasado por la cárcel”:

Rodrigo Rato vicepresidente económico del Gobierno; Eduardo Zaplana presidente de la Comunidad de Valencia; Jaume Matas presidente del Gobierno Balear; Francisco Granados vicepresidente de la Comunidad de Madrid; Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid; Alberto López Viejo, consejero de la Comunidad de Madrid; Juan Cotino, vicepresidente de la Comunidad de Valencia; Carlos Fabra, presidente de la Diputación de Valencia; Luis Bárcenas tesorero del partido, sucesor de los tesoreros: Naseiro, Sanchís y Lapuerta, que también fueron procesados en su día.

Al llegar a este punto, se había detenido ya que, instintivamente, había separado las manos del ordenador, sin poder evitar que le saliera de muy dentro aquella exclamación que tanto gustaba poner en su boca el genial Antonio Fraguas (Del que dentro de unos días se cumplirá el segundo aniversario de su fallecimiento): “¡Gensanta!”

Por fin, se dio cuenta que yo la estaba observando. Y mirándome de reojo me vino a decir que, una vez oído al actual líder de su partido, iba a desistir de poner una reclamación para que le devolvieran sus votos. Aquellos que, a lo largo de los años, había ido entregando a ese partido, sin ella saber que tanta gente había hecho mal uso de ellos.

Para resarcirse, decidió ir buscando cada día nuevos nombres de personajes presuntamente implicados en tramas, cohechos, prevaricaciones, falsificaciones de documentos públicos, tráfico de influencias, malversaciones y todos esos desmanes que salen cada día en los periódicos, con la idea de ir añadiendo a su libreta nuevos personajes. A una libreta que había comprado, hacía mucho tiempo, en El Corte Inglés.