Me encantan los juegos de simulación y los experimentos sociales. En mis clases en la Universidad de Salamanca y en otros ámbitos docentes (Universidad de la Experiencia, Escuela de Alcaldes, cursos de formación, conferencias, etc.) los utilizo con frecuencia. Los juegos son muy pertinentes para explicar conceptos o ideas que, de otro modo, resultarían áridos y difíciles de comprender. Sirven también para compartir lecciones o aprendizajes obtenidos de las numerosas experiencias de la vida cotidiana. Y con los experimentos se trata de conocer a las personas y sus reacciones ante las situaciones más diversas que se puedan plantear. Pues bien, hoy comparto el experimento que inicié hace unos días a través de las redes sociales. La pregunta era sencilla: “¿De qué estás harta o harto?”. La primera persona que recibió mi embestida fue una amiga que ha regresado a mi vida después de una larga temporada. Pasados unos días, decidí lanzarla a más personas, utilizando como conejillos de indias a una amplia ristra de contactos.

Las primeras respuestas: De la hipocresía; de la maldad; de la prepotencia; de la injusticia; de los que van de “jefes”; de la falta de libertad; de la estupidez; de los cenizos; de las cosas hermosas que no se dijeron; de los listillos de turno; de los que no saben decir gracias; del ruido; de los que nunca han dado un palo al agua; de los fanáticos; de los vividores a costa de los demás; de quienes se dejan guiar fácilmente por el predicador de turno; de los que aplauden con las orejas; de quienes no saben reírse; de quienes han olvidado sus orígenes; de quienes dan gato por liebre; de los maltratadores; de no poder viajar; de la ingratitud; de los maleducados; de los que se quejan y no buscan soluciones; de quienes no dicen hola, qué tal, etc., cuando llegan a un sitio; de quienes se ofenden fácilmente cuando no consiguen lo que quieren en un pis pas; de quienes no valoran los detalles ajenos; de los caprichosos; de quienes se hacen de rogar y piden, sin embargo, atención permanente; de los que están cargados de prejuicios.

Pero la lista no queda ahí. A los pocos minutos del lanzamiento de la pregunta, el buzón de mi teléfono empezó a echar humo por las orejas. En apenas siete días, 250 personas me han enviado sus comentarios. Hasta el día ayer, he contabilizado 1.483 respuestas, lo que significa que, más o menos, cada persona ha remitido una media de seis hartazgos, cansancios o aburrimientos. Algunas solo han enviado uno y otras se han extendido con cinco, diez, quince o incluso más. Con tal avalancha de información, he decidido profundizar en lo que se esconde tras el impagable material que he recibido de tantos amigos, colegas y conocidos, que se han prestado a participar en este pequeño experimento social. Mi intención es escribir alguna reflexión un poco más extensa. Tal vez todo termine en un artículo científico o en un breve texto que compartir en alguna clase, conferencia, mesa redonda o congreso. Pero es posible que todo quede aquí, esperando que escampe. Mientras tanto, no me resisto a preguntarle: ¿Y usted de qué está harto?