Desde Marisa Carcedo que decía que “es un derecho que nos hace libres”, hasta el representante del PNV afirmando que: “”Tenemos la obligación de legislar más allá de los convencimientos éticos de cada uno”, pasando por Vallugueras de la Esquerra que aseveraba: “Es falso que sea una ley de muerte, es una ley de vida” o Bildu que hablaba de “exigencia social”, hasta llegar a Arrimadas que concluía que “no se trata de imponer creencias sino de respetar las del otro” o el mismísimo Errejón que filosofaba: “Ganan quienes realmente necesitan esta libertad para decidir más dignamente”, mientras Medel, de Podemos, sentenciaba que “no pueden admitir que los pobres tengan un derecho que no podían pagar”, son frases, todas ellas, que hablan por sí mismas de la indigencia dialéctica de los defensores de la eutanasia, incapaces, al parecer, de aportar un solo argumento medianamente elaborado y sensato.

Se trata de una ley, la recién aprobada de la eutanasia, que exigía razonamientos profundos y argumentos sólidos desde la vertiente médica, antropológica, psicológica, moral y ética. En vez de eso ha habido alegatos mediocres, frases superficiales y demagógicas y ausencia de colaboración con los sectores más implicados.

José Morales Martín