Cuando releo algunos de los artículos que he escrito, y que el periódico para el que los hago ha tenido a bien publicar, he de reconocerlo, muchas veces siento tristeza porque casi siempre que me he referido a la “clase política” lo he hecho con indignación, pues al enjuiciar la labor y el comportamiento de los políticos de más relumbrón (entendiendo como tales, aquellos que han llegado más alto y que ocupan más páginas en los informativos) con frecuencia he criticado sus formas y su proceder sin reparar en que, al margen de los que están en la cúspide de los gobiernos, que suelen ser los más vigilados, dada la trascendencia de sus actuaciones y, en consecuencia, los más vapuleados en los tiempos que corren, hay muchos otros políticos que trabajan, casi en la sombra y con gran discreción, que bien deberían ser más reconocidos; por ello, se lo merezcan todos o no, hoy quiero “romper una lanza” por la “clase política” que está en la segunda, tercera y hasta en la cuarta fila, que es la que, en tiempo pasado, más conocí.

Me guste o no asumirlo –como “nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”– debo decir que, aunque cuando critico lo hago convencido de que estoy diciendo verdades, no dejo de entender que habrá muchos que no opinen como yo, razón por la cual me consuelo pensando que, como lo más probable es que solo me lean aquellos que simpatizan con mis ideas, como suele suceder, mis “parrafadas” no deben molestar a mucha gente; lo que no es óbice para que me atreva a decir que, a mi juicio, en el panorama político español, hoy en día, hay muchos más políticos de relumbrón malos, o mediocres, que buenos; tal vez sea porque, como yo adquirí conciencia política escuchando a Adolfo Suárez, Felipe González, Manuel Fraga, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, Alfonso Guerra, Paco Vázquez, Miguel Roca i Junyent y un largo etcétera, caigo en el error de establecer comparaciones con los que hoy nos ocupan y... ¿qué quieren que les diga? Que ganan por goleada los de antaño ¿o no? Son opiniones.

Pero como, les decía, también hay muchos políticos buenos, sobre todo entre los que están en “segunda, tercera o cuarta fila”, hoy quiero rendir un homenaje a todas las personas honestas que, por los motivos que fueren, un día decidieron decir si a la política, sin mayores aspiraciones que las que llevan implícito el deseo de servir.

Durante los más de cuarenta años que ejercí mi carrera profesional en las distintas administraciones en que presté servicios y los no menos de treinta que desempeñé responsabilidades federativas en el ámbito deportivo, y lo digo con orgullo, tuve el honor de conocer a muchos alcaldes de pequeños y no tan pequeños ayuntamientos, concejales y demás cargos políticos de distinto rango, que intentando hacer compatible su dedicación a la política con su actividad laboral, multiplicaban esfuerzos para poder viajar a la capital de su provincia o comunidad autónoma, casi siempre, para hacer todo tipo de gestiones en favor de sus municipios, en general, y hasta de sus convecinos más necesitados, en particular; para mí siempre fueron y son un ejemplo; por eso, el mero hecho de conocerlos y verles actuar hizo que me sintiera muy bien. Entre mis recuerdos más gratos mantengo incólumes en mi memoria las caras de buena gente con que generalmente fui recibido por unos y por otros cuando, por una u otra razón, fui a visitarles o pude compartir con ellos mesa y mantel, por decirlo de alguna manera.

La satisfacción que en tantas ocasiones tuve la suerte de contemplar en el semblante de los alcaldes de tantos municipios cuando, en razón de mis responsabilidades, iba a visitarles para darles la buena noticia de que alguno de los proyectos por los que tanto tiempo llevaban peleando había recibido “luz verde” del organismo competente de su financiación, era de lo más gratificante; como gratificante era compartir con ellos la alegría que les embargaba el saber que habían podido conseguir para su pueblo el dinero suficiente para poder llevar a cabo cualquier tipo de obra nueva, o de mejora, de lo que fuere. ¡Qué gozada recordar la generosidad con que se empleaban aquellos alcaldes, aquellas espléndidas personas con las que tanto traté!

Lo mismo podría decir de los que me encontré, y en los que tuve que apoyarme para poder sacar adelante alguno de los muchos proyectos de formación deportiva, o eventos de todo tipo que tuve la suerte de poder desarrollar allá donde viví. Todo un lujo poder trabajar “codo con codo” en la organización de escuelas de tenis, o de vela, de campeonatos regionales, nacionales, e incluso de competiciones internacionales con tantos entusiastas del deporte como me encontré en los muchos municipios de España en los que pude hacer algo en beneficio de los deportes que más practiqué y tuve la fortuna de poder gestionar.

Por los alcaldes, concejales, por todos los políticos de brega, que yo llamo así, porque son los que, silenciosamente, se dedican a trabajar por sus conciudadanos, sin recibir en la mayoría de los casos compensación económica alguna, al tiempo que van defendiendo con honestidad sus ideas; por los miles y miles de militantes que siempre están ahí, para apoyar, y por todas las personas de bien que están dispuestas a dar parte de lo que tienen en favor de un mundo más justo, más libre, más equilibrado, en definitiva, un mundo mejor, mi reconocimiento más sincero y mi humilde homenaje de cariño y admiración.