Mi definición de crisis de relaciones entre los Gobiernos legalmente constituidos y la oposición aparecía indefectiblemente (inevitable, cierta, segura, infalible) cuando los Gobiernos constituidos eran de ideología de izquierdas, fundamentalmente socialdemócratas. La definición es muy sencilla “es la incapacidad por parte de los partidos de la oposición de ver algunas, por no decir todas las decisiones que toman los Gobiernos orientadas a conseguir el bienestar de los ciudadanos, que desean un resultado favorable y no destructivo de la creación de riqueza”.

En algún momento he temido que la democracia no fuera a prevalecer contra el poder de la política de división de la sociedad.

La crisis de estos con los gobiernos siempre, y con el resto de los partidos políticos, se caracteriza por un sentimiento de división que parece insuperable y que solamente tiene un carácter destructivo, en otras palabras, no importa el tema, cuando la necesidad de construir relaciones conscientes ante un problema profundo y acuciante, no se puede establecer un diálogo sincero porque la crisis es demasiado profunda.

Cuando empecé a escribir esta columna recordé la película “Invíctus” (la he visto dos o tres veces) la última vez la semana pasada en TVE, yo pensaba en los sucesos ocurridos en los Estados Unidos de Norteamérica el pasado día 6 del presente mes de enero y en la tarea que le queda por delante, al recientemente elegido presidente Joe Biden.

La película está dirigida por Clint Eastwood (2009) está basada en unos hechos reales narrados en el libro de John Carlin “El factor humano”. Trata los acontecimientos ocurridos en Sudáfrica antes de la celebración de la Copa Mundial de Rugby de 1995 organizada tras el desmantelamiento del apartheid en el citado país y la política impuesta por el entonces recientemente elegido presidente, Nelson Mandela, para reconciliar a los 43 millones de sudafricanos, una mayoría negros, que después de la caída del régimen de opresión por la minoría blanca que se mostraba temerosa de una revancha por parte del nuevo Gobierno. Los blancos tenían buenos motivos para estar preocupados, el régimen que consideraba a los negros como personas inferiores a los blancos los habían agraviado durante 40 años que había durado.

En la práctica diaria, para hacer posible la convivencia entre todos los sudafricanos, el presidente tuvo más problemas con los negros que con los blancos para contener sus deseos de “ajuste de cuentas”.

Fue muy importante para conseguir la reconciliación, el rugby (para los sudafricanos es como el fútbol para muchos países) el deporte bien orientado por el presidente que: primero convenció al Comité deportivo compuesto por mayoría de negros para que no cambiaran el nombre del equipo “Springboks” formado por blancos; después llamó a su capitán, François Pienaar, un joven hijo de una familia de blancos segregacionistas y lo invitó a tomar el té en las habitaciones privadas y le leyó el poema de “William Ernets, que le da el título a la película.

El equipo sudafricano había sido excluido de las dos últimas competiciones internacionales, que se celebraban cada cuatro años, a causa del apartheid.

En este poema, que Mandela había leído durante su estancia en la prisión, se inspiró para no salir de ella cargado de odio y rencor contra los blancos que lo habían tenido preso injustamente durante 30 años en una celda en la que cabía solo una cama individual, una mesa y una silla.

El campeonato del mundo de rugby se celebró en Johannesburgo el 24 de junio de 1995 con el triunfo del equipo nacional y unió a todos los africanos que lo celebraron abrazándose blancos y negros al final. La frase que había pronunciado el Presidente “Invictus” se repitió sin odio en toda Sudáfrica desde las colinas, los valles, hasta los barrios de chabolas y los rascacielos de los blancos.

Nelson Mandela, (Madiba) para los de su tribu, ordenó crear una “”Comisión para la verdad y reconciliación” y solo fueron investigados aquellos que habían cometido violaciones contra Los Derechos Humanos y su política fue combatir la pobreza y expandir los servicios sanitarios en su país.

Declinó postularse para un segundo mandato. Le fue concedido el premio Nobel de la Paz, el Príncipe de Asturias, Caballero de la Orden de Isabel la Católica, entre otros. Fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Complutense de Madrid en 1991.

Mientras prestaba juramento el presidente Biden yo pensaba en la tarea que le queda por delante para unir a los estadounidenses como lo hizo Mandela con los sudafricanos y mientras investigar a todos aquellos que hayan cometido algún delito durante los disturbios del 6 de enero. La palabra que pronunció más veces en su discurso de investidura, fue “la democracia ha prevalecido”.