No hacía falta ser un lince para barruntar que la campaña de vacunación contra el COVID-19 estaría envuelta en polémica y que desataría más estacazos dialécticos entre gobierno y oposición en todos los ámbitos: nacional, regional, provincial, municipal y, si me apuran, de escaleras de vecinos. Vale cualquier aspecto, orden o decisión para sacar la tralla y sacudir. Si la resolución viene de Moncloa, protestan la Junta y los partidos que la sustentan. Si procede del dúo Mañueco-Igea, critican los socialistas y los municipios que regentan. Si se origina en un ayuntamiento, las descalificaciones brotan de los rivales políticos. Lo curioso (o no tanto) es que lo que se rechaza en un lugar donde gobiernan los “otros”se respalda en sitios donde mandan los “nuestros”. Cosas de la coherencia y de la lealtad institucional. Al revés te lo digo para que mejor me entiendas.

Tampoco era menester ser un influencer hablando en inglés, un youtuber con cuenta en Andorra o un tertuliano experto en todo para intuir que, en cuanto empezara la vacunación, se pondría en marcha automáticamente esa picaresca ancestral e inextinguible que nos caracteriza, como mínimo, desde El Lazarillo de Tormes, el Diablo Cojuelo, Guzmán de Alfarache, Rinconete, Cortadillo y demás maravillosas creaciones literarias. Aquí ya se nace con un gen más, el del pícaro redomado, el de la picardía como medio para saltarse normas y sacar provecho de lo que sea. En este caso, en el de la vacunación, llega, además, acompañado por algo tan español como lo anterior y que puede resumirse en varias frases muy nuestras: “Usted no sabe con quién está hablando”; “tú, búscate un enchufe”; “pregunta por Fulano y di que vas de mi parte”; el que manda, manda”…Y así podríamos seguir hasta casi el infinito.

Esta “cultura” del “yo primero y el que venga detrás que arree” se está plasmando en episodios que nos indignan a todos pero que, al menos de momento, no se cortan. Son los que protagonizan esas autoridades y privilegiados que se vacunan sin atenerse a las normas, sin que les toque y sin hacer cola. “¡A ver, ese, que se cuela”! tendríamos que gritar los ciudadanos que estamos a la espera de que llegue nuestro turno sin incurrir en irregularidades, cholletes y astucias.

Y así vemos como el consejero de Sanidad de Murcia, el de Ceuta, varios alcaldes y concejales, familiares y amigos de Zutano o Perentano, médicos jubilados que aprovechan su condición de tales y otros cuantos “solidarios y desprendidos” se ponen la inyección y a vivir que son dos días. Después, si los descubren, que si no nanay de la China, vienen las disculpas y las excusas, a veces propias de la ciencia-ficción: que si sobraban dosis y, claro, por no tirarlas; que si me dio permiso la Gerencia; que si, como tengo un primo que está cerca de un infectado, soy personal de riesgo…

En fin, que también aquí brilla la picaresca inventiva. Y brillan también el fariseísmo, la hipocresía y lo de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Analicemos algunos casos. Verbigracia: el consejero de Sanidad de Murcia acabo dimitiendo tras comprobarse que se había vacunado sin que le correspondiera. Durante horas y horas negó esa dimisión. Él no había hecho nada malo. Su partido, el PP, le apoyó. E, incluso, después de la dimisión. El titular de Sanidad de Ceuta se vacunó, asimismo, sin derecho a ello. No ha dimitido. Su partido, el PP, le respalda. Es el mismo partido que exige la dimisión inmediata de los alcaldes socialistas de Villavicencio de los Caballeros (Valladolid) y Matamala de Almazán (Soria) por idénticos motivos. Es más que probable que en los próximos días continúan apareciendo historias similares. Y ya verán cómo se repite la secuencia: dimisión o destitución del “otro”; comprensión y respaldo al “nuestro”. Y todavía no saben por qué el personal se vuelve escéptico, receloso y desconfiado.

Y luego está lo de las jeringuillas. Ahora resulta que no estábamos preparados para aprovechar al máximo los viales donde vienen las dosis. Se pueden sacar seis en vez de las cinco que se extraían hasta el momento. Qué bien, ¿no? Pues, no. Carecemos de jeringuillas adecuadas y estamos desaprovechando una parte de las vacunas que nos llegan. ¡Como si no hicieran falta cuanto antes y no costaran una pasta gansa! Claro que Jesús Aguirre, consejero de Sanidad de Andalucía y médico él, lo ha solventado con su gracejo habitual. Lo que se tira es un “culillo”. Pues, nada a seguir tirándolo como si fuera sidra. Y si no llame usted a sus amistades y que apuren esos “culillos”. Y, por favor, no dimita, que está muy mal visto en ciertos ambientes.

A la vista de por dónde van los tiros, me parece que solo me resta añadir... (Continuará).