Hace falta ser torpe y tonto y falto de ética para hacer lo que hizo el ya dimitido consejero de Salud de la comunidad de Murcia, Manuel Villegas, del Partido Popular. Este señor y 400 personas más de su Departamento, recibieron la vacuna contra el Covid-19 fuera del protocolo establecido por el Ministerio de Sanidad. Son ganas de dar que hablar, son ganas de crear absurdas polémicas que no conducen a otra cosa que no sea a la vergüenza, cuando se tiene. Alcaldes y alcaldesas hay de poblaciones pequeñas y no tan pequeñas, como la alcaldesa socialista de Molina de Segura, también en Murcia, que se han saltado el protocolo a la torera y ni les han pedido la dimisión ni han dimitido motu proprio.

Manuel Villegas, no tiene perdón, conociendo el protocolo y siendo, además, el consejero de Sanidad y médico aunque no en ejercicio. Sin embargo hay que reconocer que, presionado o no, ha dimitido, se ha ido, ha hecho borrón y cuenta nueva. Pero es que en esta España mía, en esta España nuestra, dirigentes políticos hay, incluso con más peso específico, con abultados currículos de despropósitos, de dislates e insensateces que ni les han invitado a irse, ni se han ido porque no se les pone en las narices.

El ex consejero murciano, se ha redimido, ha hecho lo que se esperaba que hiciese que es lo mismo que se espera que hagan todos esos pillados in fraganti en distintas cuestiones y que, sin embargo, continúan en el ejercicio de su cargo, contra el viento de la crítica y la marea de la opinión social. No sé si es cuestión de talante, de talento o de ética personal y política. Hay un estudio, no publicado, que revela que ante los errores cometidos, los políticos de derechas dimiten más que los de izquierdas. Para unos se hace la vista gorda con demasiada frecuencia ante sus constantes patinazos y otros, sin embargo, son observados con lupa constantemente.

En política no debe haber ni manual de ética ni de estilo político a tenor de lo que se ve y se sabe cada día. No estaría de más que se escribiera y fuera obligatorio para el ejercicio de esta actividad que, cuando algunos entran en contacto con ella, deja de ser una ciencia para convertirse en cualquier cosa. Si alguien lo escribe, por favor, que no sea un político, porque siempre barrerá para sus intereses. No me cabe duda de que el consejero hizo una gran labor mientras estuvo al frente de su departamento, pero la pifio y, ahora, ya sabemos la consecuencia.