No todo el mundo sirve para cualquier tarea y profesión, pues cada una de ellas exige, y precisa, de cualidades y requisitos diferentes que, obviamente, no todos los tienen todas las personas. Por ello, lo importantísimo que es saber, cada uno, los atributos, sus pareceres, sus vocaciones, sus motivaciones, sus “circunstancias” personales, etc., para que, en función de la ponderación de todas ellas, decidir, en cada momento de la vida, lo que mejor proceda para bien propio y de la sociedad donde se esté incardinado y a la que nos debemos.

Primordialmente, es en el momento de escoger los estudios que posibiliten la formación para el desempeño de una profesión u oficio o cuando hay que “decantarse” por un puesto de trabajo, de empresa, o de prepararse para acceder a un empleo en la Administración Pública; que haya de examinarse con rigor, con exhaustividad, etc., para resolver, con garantía de éxito, cual es el camino formativo y laboral que haya de emprenderse para que tanto la vida, la etapa académica y el desenvolvimiento laboral sean los más satisfactorios, eficaces y eficientes.

Por todo ello, por ejemplo, ser emprendedor empresarial es muy difícil, no es nada fácil, pues demanda de los aspirantes a desempeñar tal actividad económica una serie de características, que son muy rigurosas y exigentes, por lo que se requieren de las personas y que, repetimos, no son muy habituales en el “común de los mortales”; empezando, por quien se quiera dedicar al mundo de la empresa, por tener una vocación muy definida para desenvolverla con un mínimo de dignidad, que suponga la existencia de una motivación para aplicar los conocimientos, los esfuerzos, la dedicación plena, el afán de superación continuo; de unos saberes mínimos de dirección y administración de empresas, de procurar una mejora continua personal, de productos, de procedimientos; de evitar comportamientos especulativos, de reinvertir beneficios para consolidar la empresa para que crezca, favoreciendo la creación de empleo, la satisfacción de las demandas del mercado, creando riqueza para la sociedad a través del escrupuloso cumplimiento de la normativa tributaria como del resto del ordenamiento jurídico, especialmente para el ámbito territorial donde principalmente se desenvuelve, como también apoyando a los colectivos que lo precisen mediante las tareas que conlleva el ejercicio de la responsabilidad social corporativa.

Además, el riesgo e incertidumbre, que es consustancial a todo comportamiento humano, más si cabe, es predicable del que tiene intención de comenzar un negocio, pues “empeña” tiempo, patrimonio, trabajo, etc., cuando, salvo en contadísimas ocasiones, conoce las probabilidades de éxito, o más bien las desconoce. Y es que la “tensión continua”, que requiere la atención a la empresa, para que siempre esté “viva” siempre y ofrezca al mercado lo que le demanda en cada momento; precisa de su titular su máxima entrega las veinticuatro horas del día.

Y, por supuesto, el aspirante a empresario tendrá que conocer plenamente, antes de “iniciar su andadura”, si el “producto”, que pretende ofrecer, tiene mercado; lo que requiere la elaboración de investigación de mercados como de “Marketing Intelligence”, lo que debiera hacer, no obstante, con regularidad, pues siempre se producen cambios en los gustos y necesidades de los consumidores a los que hay que adaptar las producciones; siendo muy aconsejable, además, su diversificación; que confirmará, o no, su inicial intuición; lo que evitará pérdida de recursos.

Y cómo no, las Administraciones Públicas tienen; por imperativo legal, Constitución Española, artículo 38; Ley Orgánica 14/2007, de reforma del Estatuto de Autonomía de Castilla y León, artículo 16; etc., la obligación de apoyar a la empresa, especialmente a las “nacientes” y a los emprendedores y autónomos; y, más si cabe, a las del ámbito rural por carecer de los medios y recursos, normalmente, que las que se desenvuelven en el medio urbano; mediante ayudas y subvenciones, cursos de formación, asesoramiento económico y legal, orientación y seguimiento de iniciativas; como, por ejemplo, los “viveros de empresas”, que suelen estar patrocinados por las Diputaciones Provinciales; o como la ”Jornada de lanzamiento de la Consulta Preliminar al Mercado para el Reto SENDA”, Sistema Experto en la Nube de Diagnóstico y acompañamiento”, que persigue la creación de herramientas “ad hoc”, para el emprendimiento y la innovación; por el lnstituto para la Competitividad Empresarial de Castilla y León, etc.

Los qyuntamientos y las diputaciones provinciales, especialmente, debieran conocer lo que regulan otras Administraciones Públicas; como la de la Comunidad Foral de Navarra, Ley Foral 18/2020, de 16 de diciembre, sobre medidas a favor del arraigo empresarial y contra la deslocalización empresarial, y que pretende, entre otros objetivos, “diseñar y desarrollar políticas públicas adecuadas de promoción de nuestra economía”. A tomar nota, pues, “por quien corresponda”.

Marcelino de Zamora