Llevamos demasiado tiempo hablando de la pandemia causada por el coronavirus y, lo que es peor, soportando, sufriendo, resistiendo sus consecuencias. Consecuencias no solo son sanitarias. Pues a estas hay que añadir, las derivadas de la descoordinación, enfrentamiento y falta de coherencia entre las distintas administraciones, y entre los distintos partidos políticos para luchar contra ella. Los efectos de los negacionistas, el movimiento QAnon y otros grupúsculos, persuadidos de la teoría de la conspiración, que hacen caso omiso a las autoridades, e incluso se permiten el lujo de manifestarse alegando que coartan su libertad. Las originadas como consecuencias de las presiones ejercidas por los poderes económicos sobre los políticos, que han de tomar las decisiones, invocando la ruina de sus negocios. Las ocasionadas por las incívicas actuaciones de muchos ciudadanos egoístas, que no se resignan a abandonar sus hábitos y costumbres, a pesar de que muchos sanitarios, y ciudadanos, están muriendo y pasándolo mal en hospitales y residencias.

Pero apenas se escucha nada sobre la verdadera pandemia que asola a la humanidad desde hace décadas, y de las que derivan todas las pandemias habidas y por haber, que no es sino la superpoblación del planeta. Superpoblación que, –combinada con el egoísmo y el ansia de crecimiento económico desmedido de este inhumano e irracional sistema neoliberal –puede causar una verdadera catástrofe, de incalculables dimensiones, mucho más grave que la presente pandemia, si la población no se conciencia y presiona a los poderes políticos y económicos para que cambien sus políticas sociales y económicas.

Gerardo Seisdedos