La felicidad no es un lazo común. Muchas veces, en lo más profundo del término, se reconoce el contorno de la tristeza. A veces, los periodos de felicidad, vienen prececidos de largas agonías.

La vida es el movimiento que con fuerza busca un destino y muchas veces no lo logra. Hay cosas que incitan al debate y son potencia agresiva que se vuelve contra sí misma.

Me apasiona observar y ver las conveniencias ocultas de nuestra existencia.

Tengo la sensación de vivir en un mundo que no es feliz con nada. Hace pocos días, dando un paseo nocturno, pude ver junto a un contenedor de basura varias cajas de ropa nueva e incontables utensilios de cocina. Tiramos: comida, ropa, calzado, electrodoméstico y un largo etcétera; tengo la sensación que la felicidad a día de hoy tiene un destino trágico, en otras épocas (hagan memoria) no se tiraba nada. ¿En qué momento hemos hecho tal transformación? Resulta que todo el mundo queja de las consecuencias de la pandemia y la evidencia demuestra que no tenemos respeto ni por la comida. Un reflejo revelador es ver las bolsas de basura y lo que dejamos estropear en la nevera. Estamos junto a la sombra del consumismo; somos la forma sonora de una compra y el grado de nuestros gastos. Por lo tanto, creo, que así jamás seremos felices. En otras épocas se apreciaba todo, ahora no se aprecia nada. Me llama la atención ver el movimiento adormilado de la gente que es infeliz sin la voluminosa vestimenta de las máscaras... La pandemia nos está exponiendo a otros ideales, igual es el momento de guardar en vez de tirar.