A la caza del presidente

Cuando el 20 de enero de 2009 pronunció el juramento ritual de presidente, Barack Obama (Barak en árabe significa bendición) elegido por los estadounidenses como el vigésimo cuarto presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, recuerdo que escribí un artículo en este periódico que se titulaba “Tengo lágrimas en los ojos y una canción en el corazón”. Su cargo se prolongó durante un segundo mandato (20-01-2017). Hoy, unos días antes del recién nombrado Presidente electo de ese gran país, la emoción que como yo, millones de personas en todo el mundo sentimos entonces se ha transformado en una gran decepción. No importa que lo sucedido responda a un guion de la estrategia de ruptura. Una forma de operar del Presidente Trump durante cuatro años en la que no ha habido un trato suave en su política, todo ha sido rudo, brutal, sus mensajes siempre cargados de estulticia iban dirigidos a cualquiera que no aceptara que sus exabruptos estaban socavando el sistema de convivencia pacífica entre los ciudadanos.

La turba furiosa que irrumpió en el Capitolio arrasándolo todo a su paso, en uno de los momentos más emocionantes de una democracia, la proclamación del vencedor elegido por la mayoría de los ciudadanos de un país democrático en unas elecciones limpias, no ha sido, de ninguna manera un acto improvisado. Empezó pocos días después de haberse instalado, el todavía Presidente, en la Casa Blanca, ha habido medios de comunicación muy importantes en los Estados Unidos de Norteamérica como Fox News que propagaron la idea de que el Presidente podía decir lo que quisiera sin importar si era demostrable o no. Aunque la teoría es más antigua, en estos cuatro año ha conseguido crear una realidad alternativa de teorías conspiratorias como la negación del calentamiento global, la pandemia del Covid era una mentira o la de que “Bill y Hillary Clinton eran responsables de asesinatos.

Yo fui uno de los que tardé en reponerme de la sorpresa de que el pueblo estadounidense hubiese elegido a un presidente que daba la impresión de ser un tipo peligroso, embustero y no apto para dirigir la política de su país y garantizar la seguridad de medio mundo. Tuve durante mucho tiempo la esperanza de que sería depuesto por un impeachment, pero no fue así y ahora los republicanos han sido devorados por la fiera.

El mensaje que Obama había pronunciado durante su campaña para la segunda reelección a la puerta del Capitolio, en el lugar elegido por Abraham Lincoln cuando dijo: “pedid a los estadounidenses que busquen la unidad en la diversidad”, el Presidente Trump ha hecho, como primer mandatario del país, todo lo posible por destruirlo.

El objetivo ha sido deslegitimar las causas nobles de los políticos incómodos y funcionarios cualquiera que fuera el cargo para el que él mismo lo había nombrado. Lo más grave de todo este episodio son los muertos en el asalto, pero estos ya han sido olvidados por los 75 millones de votantes a Trump y queda en la mayoría de ellos la idea de que si en los últimos meses de su mandato no se hubiese mostrado tan racista y xenófobo habría ganado las elecciones. Según las encuestas recientes para un 35% de los estadounidenses las elecciones han sido fraudulentas. Fuera de allí no sabemos cuántos ciudadanos de países democráticos piensan lo mismo, pero después de estas elecciones no solamente los EE.UU. de Norteamérica es un país que ha quedado dividido. Aunque ustedes no estén de acuerdo, el fenómeno se ha extendido por Occidente porque los partidos de la derecha se han dado cuenta que desde la Tribuna de los Parlamentos, con patente abuso de posición se puede calumniar al adversario político y que fuera habrá algunos medios de comunicación que la difundirán con ensañamiento sin temor a verse delante de un Tribunal de Justicia. La libertad de expresión es un bien que hay que cuidar con esmero cada día para que no se transforme en un monstruo que la devore.