Ya saben como acaba el refrán que completa el titular de este artículo:… recoge tempestades. Y eso es lo que le ha ocurrido a Trump. Cuatro años provocando, lanzando mentira tras mentira, poniendo en peligro estabilidad y logros sociales, insultando, amenazando, y meses y meses denunciando, sin pruebas, fraude electoral y azuzando a sus seguidores desembocaron en los lamentables y peligrosísimos sucesos de hace unos días. En Estados Unidos se han rasgado las vestiduras, incluso personas, entidades y sectores que apoyaron hasta ahora al hombre de las corbatas kilométricas. Y en muchos países, incluido España, quienes jaleaban al mandamás yanqui y lo ponían como ejemplo de bastantes cosas han tenido que envainársela y rectificar… aunque algunos no del todo. Mantenella y no enmendalla, que se dice desde la Edad Media para acá.

La sorpresa, el estupor y la indignación recorrieron el mundo al asistir en directo (ventajas de la tecnología) y con los ojos a cuadros a la entrada de unos centenares de energúmenos en lo que se conoce como el templo de la democracia, de la soberanía popular, en este caso el Capitolio norteamericano.

-Y hasta había uno con cuernos, chaleco de pieles y pelo en pecho, un cromo; si llega a pasar en España, nos sacan cantares y quedamos como Cagancho en Almagro, pero ha sido en Estados Unidos y ya ve usted, se le saca poca punta al asunto, comenta el señor Irfísulo.

-Y otro con los pies encima de la mesa del despacho de la presidenta del Congreso, como hizo antaño Aznar con Bush.. Espero que estas acciones no las copiemos aquí que somos muy dados a imitar todo lo que venga de Norteamérica, añade el señor Helifeo, que declara la falta de respeto como uno de los grandes males del mundo civilizado “por decir algo”.

Además de producir un cabreo universal, el episodio ha servido para mostrarnos una vez más las dos (como mínimo) caras de Trump. Por un lado, estuvo apitando a sus seguidores, convocándolos a Washington el día que se iba a proclamar a su rival, Joe Biden, como presidente, pinchándoles para que hicieran algo que impidiera la votación, llamándoles “especiales”, no condenando lo que se veía venir. Y por otro, reculando, tomando distancia cuando comprobó el impacto político, social y de imagen de las barbaridades cometidas por sus protegidos y de las consecuencias del asalto, entre ellas la muerte de cinco personas. Entonces, y solo entonces, anunció una transición “normal”, pero sin reconocer la victoria de Biden y sin citarlo. Lo único que ha dicho es que no asistirá a la toma de posesión de Biden. La mala educación, la cobardía y el resentimiento llegan hasta esos extremos.

Claro que lo sucedido en el Capitolio ha tenido también algunos pros: ha permitido desenmascarar a Trump y comprobar su grado de peligrosidad y puede haberse convertido en su tumba política. De hecho, muchos republicanos ya le han dado la espalda y los demócratas van a apostar por su impeachment, destitución que le impediría presentarse a otras elecciones.

Otra “ventaja” de los hechos del Capitolio es que ha retratado a muchos líderes mundiales. Todos (o casi) han rechazado la invasión. Pero luego han venido los matices, las puntualizaciones, el arrimar el ascua a su sardina. Veamos, por ejemplo, el mensaje de Teodoro García Egea, secretario del PP. Dice textualmente: “Condenamos el asalto al Capitolio, como todo ataque jaleado en España por el populismo. Los que rodearon el Congreso en 206 y lanzaban piedras a disputados y los que se manifestaron ante el Parlamento andaluz en 2019 contra la alternativa política: los radicales que hoy gobiernan”. Cuenten las palabras. Cinco para condenar lo de Washington y ¡¡¡46!!! para sacudirle a Podemos y, obviamente, al gobierno. Solo le faltó relacionar a Pedro Sánchez con Búfalo Bill o con Toro Sentado. Albert Ribera y Rosa Díez también dijeron algo parecido. Cosas del centrismo y del liberalismo neutral.

Cada cual puede hacer las comparaciones que quiera, pero ¿los de Rodea el Congreso llevaban armas, entraron dentro del edificio, rompieron muebles, golpearon a bedeles y policías?; los que se manifestaron ante el Parlamento andaluz ¿impidieron alguna votación, ocuparon algún despacho, forzaron alguna puerta? La demagogia debería tener algún freno, aunque solo fuera el de la sensatez. ¿Y el populismo?, ¿únicamente hay que denunciar el de los demás?

Vuelvo al principio. Que nadie olvide que quien siembra vientos recoge tempestades.