Lo es en grado sumo la cifra de desempleados en Zamora, al cierre del pasado 2020. Esta Zamora nuestra que parece no levantar cabeza, que ya no puede creer más en promesas que resultan ser palabras que se lleva el viento y que sólo se librará de todos los maleficios que la acechan con realidades, no puede soportar una cifra tan abultada como la ofrecida por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. El Ministerio de Inclusión en el paro, de la Seguridad Social que se resiente con tanta pérdida de empleo y de Migraciones porque me veo a multitud de zamoranos haciendo la maleta y poniendo la proa de sus esperanzas e ilusiones rumbo a otras latitudes.

Ya no hay tierras de promisión, por lo menos en la vieja Europa. Esas tierras por lo menos están como poco en países como Australia aunque, no sé yo. 13.083 parados es una salvajada. En comparación con diciembre del pasado año Zamora ha perdido 2.076 empleos. Lamento tener que apostillar… ‘y los que perderá’. Esta sangría no termina aquí. Acaba de empezar. Que, de una tacada, Zamora tuviera que sumar a la ya abultada cifra de desempleados, 544 personas más, nos puede dar una idea de la penosa situación por la que atravesamos.

No sé dónde poner el toque optimista. Viendo lo que hay y lo que se avecina, cuesta mucho tirar de optimismo. No obstante hay que ser positivos, pensar en positivo y tener fe en que, de esta, también vamos a poder salir. Son tantas las pandemias que se nos han juntado, la propia del momento, la del desempleo de tantos momentos, la de la incertidumbre, la de la tristeza, todas en el mismo frente, que no sé cómo vamos a luchar contra todas a la vez.

Esto podría muy bien resolverse creando tejido industrial, dejando de dorar la píldora y pasar la mano por el lomo a los de siempre, a los que merced a ciertas amistades se reparten las prebendas y canonjías de sus amigos de las distintas administraciones y, por supuesto, dando visos de ser cierto la vuelta a la vida militar de Monte la Reina. Por favor dejen de lanzarse pullas señalando al contrario y asuma cada uno su cuota de responsabilidad en lo que hasta ahora constituye una promesa vana.

Encima las ayudas son tan nimias, tan cicateras que es mejor no ‘encocorarse’. No es posible que haya tanto para unos, los que viven el privilegio de la política nacional y autonómica, y tan poco para los demás, para los que con el sudor de su frente ayudan a levantar cada día España.