La antigua Casa Consistorial de Zamora es un edificio porticado que se encuentra en la Plaza Mayor, entre la calle de Balborraz y la de los Herreros. Su estilo arquitectónico se engloba dentro del plateresco español.

Su antigüedad data del siglo XV. Al amparo de las leyes de Toledo promulgadas por los Reyes Católicos se edificó el ayuntamiento cuyas obras se completaron el 1493; pero, según nos cuenta el historiador Ursicino Álvarez, un voraz incendio devastó el edificio en 1523, destruyendo el archivo, los libros y algunos objetos de interesante antigüedad que allí se conservaban.

Reconstruido y ampliado posteriormente en 1622 con la añadidura de dos torres, en 1720 se produjo un nuevo incendio provocado por un rayo; en 1738 fue incorporado un reloj mecánico (interesante novedad para la época). El terremoto de Lisboa, de 1755 afectó a parte de la estructura del edificio. En 1875 se desmocharon las dos torres que tenía el edificio a ambos lados. Los arcos carpaneles de la galería superior fueron cerrados con amplias cristaleras para ampliar las dependencias permaneciendo con funciones propias de Ayuntamiento hasta abril de 1950 que fue inaugurado el Nuevo Ayuntamiento. En 1977 se llevó a cabo una importante restauración de todo el edificio y en 1986 volvió a albergar las dependencias de la Policía Municipal.

Hasta aquí la historia del edificio del viejo ayuntamiento. Deseo aprovechar para significar que, desde 1950, existe una fuerte vinculación a mis propias vivencias profesionales: Era el 1 de enero de 1950, a las seis de la mañana, cuando yo entraba por las puertas del Consistorio para comenzar mi primer día de servicio como guardia municipal. Al fondo de la planta baja, con ventanas a la calle de Balborraz estaban los despachos de los Jefes y el local que hacía las funciones de cuerpo de guardia, aunque el verdadero aposento para los guardias era el zaguán a la entrada del edificio. A aquel vestíbulo salía el jefe de cada turno a pasar lista y enviar a cada agente a su distrito para que ejerciera las funciones de vigilancia correspondientes.

Podría recordar, con nombres y apellidos, a todos los compañeros que formábamos la plantilla de entonces, o más bien las plantillas puesto que había separación entre guardia municipal diurna y guardia municipal nocturna “Alguaciles y Serenos”. El jefe de la diurna era Orestes Santamaría, y el de la Nocturna se llamaba Miguel Fernández Tejado. En general, el edificio estaba destinado a los diversos servicios municipales, tales como Secretaría, Intervención, Arbitrios, Tesorería, etc. hasta que se produjo el traslado al nuevo ayuntamiento.

El alcalde de entonces era Francisco Pérez Lozao, el secretario Íñigo Villoria Pérez, el interventor Valentín Pérez Llamas.

Aunque he dicho que había dos plantillas de guardias, teníamos un Inspector Jefe para ambas: Felipe Arévalo Sanz, este señor había sido nombrado por el alcalde para unificar a los dos grupos de agentes y establecer normas de funcionamiento sujetas a una disciplina propia de cuerpos de seguridad jerarquizados. Felipe Arévalo era un militar, caballero mutilado de guerra con medalla militar de mérito individual que le daba derechos preferentes en el ejército, hasta el punto que, en diez años, pasando siempre a la cabeza de su escalafón, pasó de alférez a coronel (esto lo cito como anécdota).

Siguiendo con mis vivencias profesionales relacionadas con el viejo Consistorio, en tanto se restauraba éste pasamos a la nueva casa consistorial, también con el cuerpo de guardia en el vestíbulo, hasta que nos habilitaron como sede las dependencias anejas al Teatro Principal en la calle de San Vicente (Ya se nos llamaba Policía Municipal en virtud de la Ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de 30 de mayo de 1952).

A partir de 1986, tiempo después de restaurado el viejo Ayuntamiento, volvimos a ocuparlo como sede provisional de la Policía Municipal.