¿Democracia contra el Estado?

Nuestra peculiar forma de entender la democracia, muy de alpargata, boina y fardelillo según la imaginería proleta, republicana y miliciana a lo Capa, o sea, montaje y timo acreditados, la ha convertido en una amenaza para el Estado como organización necesaria para la convivencia. A ello contribuye el separatismo, pero sin duda hay algo más.

Desde la habitual retórica bienpensante, salmodia tanto de andar por casa como de sacar a pasear por la propaganda progresista en sus muchas y proteicas versiones, cabría pensar que el pueblo, la sociedad y demás mantras al presente vacíos de contenido, son lo fundamental. Inmenso error hábilmente instrumentado por quienes adulteran la democracia y sus mecanismos, después de subvertir sus valores y principios.

El sistema democrático nunca será engaño de una clase política solicitando el voto, para dar paso al mercadeo de cargos y nóminas, tomando a la ciudadanía por masa servil, a contentar y manipular con los dispendios del Bienestar, otro timo de bulto como a día de hoy confirma la epidemia. Sin embargo, desde un hábil estar a lo propio, las oligarquías políticas en el fondo no andan desencaminadas, pues lo decisivo es el Estado como ley, instituciones y órganos de gobierno. Algo que nuestra democracia, proclive a lo limosnero chabolesco, tanto como alejada de cualquier modelo cívico y cultural medianamente aceptable, pone en almoneda con lo que ello supone de riesgo para la paz y la convivencia.

Pese a una ideología cateta e igualitarista, la llamada democracia nunca puede convertirse en antítesis del Estado, cual ámbito de poder que responde por vía de las instituciones al interés general, mediante un respeto escrupuloso a las leyes y su espíritu, siendo esto lo fundamental como ya descubriera Monstesquieu. Y menos aún degenerar en una suerte de anarquía estudiantil, alegre e irresponsable igual que nuestra juventud generosamente subsidiada, cual leva sumisa a los dictados de una demagogia importada de la sin duda insigne, por lo teórico que no por ningún otro timo, escuela marxista-leninista de Caracas.

Una comunidad política puede subsistir sin democracia y acaso sin Constitución. Pero jamás lo hará sin Código Civil regulando lo esencial: familia y propiedad, aquello que el socialcomunismo, PSOE y sanchismo, pues el resto no es más que atrezo y séquito plañidero, amenaza junto al Estado mismo. Esta sociedad, a día de hoy adormecida no menos que a merced del gigantesco e incívico cohecho del Bienestar, debería tenerlo claro. Igual que no estaría de más que pusiese de una vez manos y votos a la obra.