Zamora parte por debajo de cero este recién estrenado 2021. Todas sus variantes socioeconómicas, desde población a PIB y renta por habitante, solo han empeorado en el nefasto año de la pandemia. A la tragedia sanitaria, con más de 50.000 fallecidos vinculados al COVID en España, de los que más de 5.000 corresponden a Castilla y León, mientras en Zamora se superan los tres centenares de muertes desde el pasado marzo, se une la debacle económica. La precaria economía zamorana ha quedado totalmente devastada en medio de un escenario de auténtica depresión en los planos nacional e internacional. Los estudios más recientes retrasan hasta 2024 la fecha de una recuperación similar a la anterior a la pandemia. Pero cuatro años para una provincia que ya parte desde los puestos de cola, como Zamora, serán letales, sin lugar a dudas.

La debilidad del tejido empresarial, salvo excepciones ligadas, sobre todo, a la agroindustria, convierte en trascendental la ayuda de las distintas administraciones. Es la hora de reclamar esa discriminación positiva en la que también insisten agentes sociales zamoranos y sobre la que parecen girar las aspiraciones de la propia Junta de Castilla y León a la hora de hablar de una de las líneas maestras de sus presupuestos para este año. Si se trata de conseguir esa necesaria discriminación positiva habrá mucho que corregir en las actuaciones habituales de las distintas instituciones y exigir, con proyectos viables en la mano, la gestión de los fondos europeos extraordinarios que, en justicia, correspondan al desarrollo imprescindible de la provincia. El desequilibrio se perpetuará si los fondos que reparten del Estado a la Junta, como los de compensación territorial, siguen yendo en su mayoría a provincias cuya convergencia con la renta media de Europa es muy superior a la paupérrima de Zamora.

Es probable que, si los criterios de renta se hicieran desde el ámbito provincial, Zamora haya perdido posiciones en los últimos años. Su debilidad, en su día, fue capital para atraer fondos estructurales de la UE al ser el conjunto de Castilla y León considerado Objetivo 2 por la autoridad de Bruselas. Todo ese dinero apenas ha tenido relevancia para proyectos de auténtico desarrollo en Zamora. No puede repetirse el mismo escándalo con los fondos extraordinarios ligados al impacto del COVID. De momento, las vías oficiales presentan claroscuros para todos los retos que afronta Zamora en este nuevo año. Los Presupuestos Generales del Estado dejaron de lado compromisos como el futuro campamento militar de Monte la Reina sin que, hasta ahora, nadie se haya pronunciado sobre cualquier otra iniciativa que sirva al mismo fin: atraer población y riqueza. Veremos qué pasa este mismo mes de enero con el proyecto de Silver Economy liderado por la Diputación de Zamora, pendiente de aprobación por el Ministerio de Economía.

Hay cuestiones irrenunciables relacionadas con la movilidad que dependen, así mismo, del Estado. El primero de ellos, el AVE, que en este 2021 conectará al fin la meseta con Galicia. Eso, en un contexto de privatización a corto plazo de la explotación del servicio ferroviario, supondrá una revolución en horarios y precios. Mientras esto último llega, la obligación de la Administración central es mantener dicho servicio por utilidad social en los casos del tren madrugador y el último convoy de la tarde entre Zamora y Madrid que no se han recuperado desde el confinamiento. La respuesta del Ministerio, planteando el copago con una institución cuyo presupuesto es ridículo en comparación con los del Estado, como la Diputación, descalifica a un Gobierno que se había comprometido en firme a luchar contra la despoblación. Otro tanto puede decirse de la sempiterna autovía A-11 hasta Portugal. Si, en el caso del AVE la presión de Galicia resultó crucial para conseguir el paso por Zamora, las esperanzas de los zamoranos se dirigen ahora hacia los vecinos portugueses para construir una vía de conexión moderna desde el centro de producción industrial del norte de Portugal al resto de Europa. Porque de la mano de Portugal podrán llegar fondos a través de proyectos vinculados al programa de Interreg. Y, de nuevo, se asoma el fantasma de lo ocurrido en convocatorias anteriores.

Los proyectos fronterizos deben limitarse a las provincias que forman la Raya y no servir para enriquecer aún más a las que no solo no hacen frontera sino que, además, se encuentran a un nivel económico muy superior a Zamora. Esa fluidez en la conexión física es el complemento para otro gran desafío en el que los primeros pasos son aún balbuceantes: la llegada de Internet de banda ancha que debe recibir el máximo impulso. Porque existen otros proyectos que están preparados para despegar tras años de retraso como la biorrefinería de Barcial del Barco, el asentamiento de empresas en la comarca de Benavente y, en definitiva, la puesta en marcha del Polígono Puerta del Noroeste, aún con trámites administrativos pendientes de la Junta. Y, justamente, la eliminación de la burocracia debe ser parte ineludible de la discriminación positiva para Zamora. Necesitamos empleo si, de verdad, queremos ponerle freno a la despoblación. El último padrón conocido deja a Zamora como la provincia que más población perdió y sin niños: solo ocho ayuntamientos de 248 registraron más nacimientos que muertes. Nunca antes en toda la historia contabilizada se produjeron menos alumbramientos en Zamora. Ese puede ser el final de un año, nunca la referencia para el principio de otro. Los pueblos aspiran a ser receptores de quienes huyen de una ciudad desquiciada a causa del coronavirus.

Teletrabajo, pero también creación de puestos de trabajo, en particular para un sector estratégico, el campo. Pese a su papel fundamental en la crisis del COVID la realidad es que la rentabilidad de las explotaciones alienta más el abandono que la puesta en marcha de nuevos negocios. Cada semana desaparecen dos ganaderos o agricultores en la provincia. Las ayudas de la Junta para el relevo en el campo son bien recibidas pero insuficientes para que las nuevas generaciones se arriesguen en tiempos de incertidumbre. La respuesta es la modernización y, también, completar ciclos, sumar valor añadido. Urgen alternativas y, por parte de las autoridades, mirar con lupa medidas que pueden entrañar nuevos golpes a la producción zamorana, como el impuesto al azúcar cuando cientos de puestos de trabajo directos e indirectos dependen de la Azucarera de Toro, la única que sobrevive en la provincia.

Y justamente Toro marca la diferencia, una vez más, al convertirse en impulsor de un corredor de industria agroalimentaria que une a varias provincias de la región con el mismo propósito: rentabilidad y énfasis en el valor de nuestra agricultura y ganadería. Las últimas grandes inversiones llegadas a una provincia donde lo que sobra es terreno van vinculadas a las energías renovables, que, presumiblemente, recibirán un gran impulso. Millones se están pagando por empresas en los pueblos que pronto verán el impacto de las pantallas solares en sus terrenos, pero bien harían los municipios en revisar la letra pequeña, no vayamos a estar ante un nuevo cuento de la lechera o, peor aún, que se repita el tocomocho de los embalses. Un territorio como el zamorano, sobre todo la Zamora más rural, nunca asentará población sin servicios públicos básicos y entre ellos se encuentran la enseñanza y la sanidad. Dos áreas puestas a prueba, la primera con la nueva Ley de Educación, una vez más sin consensuar y contestada, y otra con la reforma anunciada por la Junta pendiente y de la que aún se oyen los ecos de un Plan de Aliste que solo sucitó quejas de los interesados.

Existe, indudablemente, lugar para la frustración después de todo lo vivido en este año, también existen pequeños destellos en los que basar 2021. No será una oportunidad más. En doce meses se trazan las iniciativas estratégicas del futuro de Zamora, su línea vital, ahora en estado agónico.