El año nuevo ha entrado como salió el anterior: sin acuerdo en nada de lo esencial y sin hacer un frente común para tratar de resolver los principales problema de España. Los buenos propósitos han durado lo que tardaron en salir de la boca que los pronunciaba. Una vez en el aire, se deshicieron y adiós que te vaya bien. Ni siquiera el frío de estos días los ha congelado, al menos para que duraran un ratito y supiéramos de su existencia. Faltan por pasar los Reyes Magos, pero tampoco hay que esperar mucho de sus presentes. Seguro que entre los regalos para nuestra clase dirigente no figuran la concordia, la empatía y las ganas de llegar a acuerdos. Ojalá me equivoque, aunque Melchor, Gaspar y Baltasar, por muy magos que sean, no hacen milagros de tamaña dimensión. Visto lo visto, sería pedirles lo imposible.

De modo que este recién estrenado 2021 ha empezado como se despidió el infame 2020. Todos los años nuevos vienen cargados de esperanzas e ilusión de mejorías. Y todos, o la mayoría, nos van decepcionando poco a poco. Una disculpa muy socorrida porque quienes nos decepcionamos somos nosotros mismos, nuestra forma de vida, la sociedad que hemos creado, los agobios.… Pero a alguien hay que echarle la culpa; a alguien ajeno, claro. Lo otro sería autocrítica y me temo que nos la estirparon de pequeños o que cuando Dios la repartió nos pilló jugueteando con el móvil. Nosotros somos perfectos. Fallan los otros. El infierno son los demás, que sentenció el filósofo.

Y en esas estamos, dejando transcurrir estos días a medio gas para volver a lanzarnos a la yugular en cuanto desaparezcan de calles, plazas, fachadas y balcones los adornos navideños. Y ahora, por desgracia, esa yugular, ese campo de batalla parece ser la campaña de vacunación. Acaba de comenzar y ya ha registrado las primeras, y lamentables, escaramuzas. Ya anda Díaz Ayuso proclamando que Madrid está siendo perjudicada, que recibirá menos dosis de las que necesita, que el Gobierno central solo favorecerá a las comunidades de su color político. Ya dicen por Andalucía que a esta tierra le están robando no sé cuantas cosas: vacunas, dinero de Europa, etcétera, etc. Ya hemos oído los discursos institucionales de fin de año de varios presidentes autonómicos en los que ha habido reproches, velados o no, a Pedro Sánchez y ha escaseado (por ser suaves) la citada autocrítica; ¿para qué si nosotros lo hacemos bien? Los errores hay que buscarlos en otros lugares; yo les diré dónde.

La vacunación nos ha traído muchas esperanzas, pero, de rebote, una guerra venenosa que amenaza con emponzoñar aun más un clima de convivencia muy deteriorado. Tenemos una capacidad increíble para transformar las soluciones en problemas, las ilusiones en chascos y la unidad de acción en reinos de taifas. Y no mejoramos, no, ni con el paso de los años ni con experiencias y escarmientos anteriores.

¿Servirá de algo pedir, exigir, a nuestros próceres que traten de aparcar diferencias e intereses partidistas para centrarse en la lucha contra la pandemia, al menos en esto? No es de recibo que ya anden enzarzados en grescas cuando la población, o gran parte de ella, ve en la vacuna el fin de esta pesadilla mortal. ¿Qué mensaje están haciendo llegar a la gente?, ¿tal vez la conclusión de que les importan más los votos que la salud, que hay que sacar rédito partidista de cualquier problema por grave y trágico que éste sea?

Claro que la guerra de la vacuna es una más de las muchas que llevamos sufriendo desde hace un tiempo. Y cualquier excusa, aunque sea basada en mentiras y manipulaciones, es buena para empuñar las armas dialécticas y pasar a la ofensiva. Lo hemos visto, lo estamos viendo y lo veremos enseguida con la distribución de los dineros europeos para la recuperación económica. Leo que un alto cargo de la Comunidad de Madrid (¿de dónde si no?) se queja de que a su región solo le corresponden 1.284 millones (12,8% del total de 10.000) del Fondo React EU. Y exige que le expliquen los criterios de distribución. Casualmente, son los mismos, marcados por Bruselas, que se usaron para repartir 16.000 millones del Fondo Covid de los que Madrid se llevó nada menos que el 21%. Se ve que entonces los criterios eran justos, equitativos, perfectos y ahora son discriminatorios, antimadrileños, acosadores del gobierno de Ayuso y destapen ustedes el tarro de los adjetivos.

Es un caso más de esta guerra absurda que no trae más que crispación y encanallamiento. Y la pregunta-temor es obvia: si no ha cesado ni siquiera en Navidad, con sus mensajes de Paz en la Tierra, ¿cuándo parará?