Se miente tanto en determinados medios que, lejos de despistar, nos ponen fácil saber a qué carta quedarnos. Ha llegado el momento en el que no hace falta leer mucho, ni escuchar, ni contar con una exhaustiva información, para enterarnos de lo que ha pasado. Dependiendo del medio que hayamos elegido, con muy poco sabremos qué es lo que ha sucedido.

Hay un periódico digital que no guarda disimulo a la hora de enjuiciar hechos y personas. Cuenta con una sección, dividida en dos bloques. En uno de ellos, denominado “OK”, elige a cuatro personajes que, al parecer del periódico, han hecho alguna cosa bien. Tales personajes, casualmente, suelen pertenecer a la derecha política o al mundo empresarial, colándose alguna vez un jugador o directivo del “Real Madrid”. El otro bloque que denomina “KO” es justo el reverso de la moneda, ya que aparecen otros cuatro personajes que, supuestamente, han hecho algo mal. Indefectiblemente, en este segundo caso, los personajes aludidos pertenecen a la izquierda política o a algún sindicato, incluso pueden llegar a ser actores; y, en el caso del fútbol, algún integrante del “F.C. Barcelona”. ¡No se puede pedir mayor objetividad!

Pues, a lo que iba. Partiendo de la base que cada medio y cada partido político puedan tener sus “OK” y “KO” correspondientes, aunque no los muestren de manera tan explícita, no es difícil enterarse de qué va determinado tema, si previamente se conoce el pie del que cojea dicho medio.

Si lo que buscamos es que nos digan algo que nos llegue a gustar, no tenemos más que elegir aquel que defienda con ahínco aquello que nos resulte más afín, y asunto concluido. De manera que la verdad o la mentira, en este caso, la dejaríamos para otro momento porque, lo que en realidad lo que estaríamos buscando es que nos contaran las cosas como nos gusta escucharlas, o sea, alineadas, lo más posible, con nuestra línea de pensamiento.

Ciñéndonos a la noticia más llamativa del día de Nochebuena, la del tradicional mensaje que ofrece el Rey, por televisión, tendríamos dos opciones. Bien recurrir a medios independentistas o de Podemos, en el caso que deseáramos oír que el discurso estuvo fatal e incompleto, o recurrir al resto de los medios si lo que deseáramos es escuchar que fue ecuánime y positivo. En el caso de recurrir a los medios más conservadores, nos encontraríamos con alabanzas y beneplácitos por doquier, y un especial esmero en no hacer mención a las hazañas económico-fiscales del Rey emérito. Pues eso, lo que estábamos diciendo, que siempre nos vendrá bien a unos lo que les parezca mal a los otros, y viceversa.

Cierto que, en este caso concreto, el del discurso de Navidad, ni siquiera haría falta recurrir a las opiniones de los medios. Bastaría con analizar las desproporcionadas calificaciones ofrecidas por los partidos que continúan desvariando con la independencia y la república, para llegar a la conclusión que el discurso debió resultar impecable para el resto de la población ¿O es que alguien había llegado a pensar que independentistas y populistas de izquierda iban a reconocer algún acierto al representante de la máxima institución del Estado? Dijera lo que dijera o dejara de decir, la descalificación estaba preparada de antemano, ya que el desprestigio de las instituciones forma parte de su estrategia.

Visto lo visto, quizás lo menos descabellado sería considerar que las alabanzas de “impecable” y “cercano”, dichas por algunos, se han pasado un par de pueblos, y las de “falta de ética” y “estar incompleto el discurso”, defendidas por otros, les han faltado dos pueblos para poder llegar.

Al margen de los unos y los otros, y quizás debido al riesgo de poder caer en eso que se ha venido en llamar “incorreción política”, por estar al mando del Gobierno, la tibieza del PSOE, ha quedado puesta de manifiesto, al limitarse a recomendar al Rey que “siguiera adelante con la renovación de la institución”.

Lo que ha quedado claro es que en esta vida no cabe apresurarse, porque aquello que dijo Iglesias de que “el día de Nochebuena los españoles solo hablarían de monarquía o república” ha debido quedar circunscrito al ámbito de Galapagar.

Dice un refrán que la esperanza es lo último que se pierde. De hecho, existen filósofos que defienden que la esperanza es el auténtico motor de la actividad humana, en contraposición a Freud, que se pasó la vida diciendo que era el sexo lo que movía el mundo. A los que nos somos filósofos, más bien nos parece que pueden subsistir ambas líneas de pensamiento puesto que no se trata de teorías opuestas, sino complementarias.

En cualquier caso, más vale estar prevenidos porque, cualquier día de éstos, a aquellos que controlan la información, les puede dar por poner en práctica lo del “deseo versus”, o sea, la supresión del deseo, como pedían los estoicos. Y, a partir de entonces, empeoraría, aún más, nuestro particular calvario.