Érase que se era hace unos días un pleno en la Diputación Provincial en el que se contaban las cuentas del presupuesto del año que viene. Y para ello qué mejor que explicarlas con cuentos tradicionales cuya moraleja sirva a los pocos niños que nacen en Zamora para saber qué pasó y qué tienen que hacer para que los zamoranos no salgan de su tierra corriendo a razón de dos mil o tres mil al año.

Eso fue lo que dijo un portavoz del gobierno de esa institución: “tras oír lo que dice la oposición dan ganas de salir corriendo”. Y no nos extraña que al verse reconocido en los cuentos, quisiera echarse a correr como el malvado lobo cuando se vio acorralado por el cazador. Claro que sin haberse podido comer a la valiente Caperucita Roja que descubrió su disfraz:

–“Abuelita , abuelita, ¡qué nariz más grande tienes!

–Es que me ha crecido de mentirte mejor”

(¡Uy!, ya me confundí con Pinocho)

La Caperucita Roja, junto a los alimentos de Zamora como la miel que su madre le había puesto en la cestita, había añadido las flores que, confiada, iba recogiendo por el bosque en que se había convertido su pueblo por la despoblación, donde mandaba desde siempre -por el miedo ancestral que había sembrado entre los escasos pobladores- el lobo malo que quería comerse a las pocas abuelitas y niñas que iban quedando.

El caso es que en las cuentas de la Diputación, “Tralaralarita, barro mi casita”, quienes barren para dentro como le pasaba a la Ratita Presumida del cuento, se encontraron dos millones más de “centieuritos”: seiscientos mil que aumentaban las empresas por el impuesto de actividades económicas, cuatrocientos mil que aportaban los usuarios de la ayuda a domicilio, y algo más de un millón que regalaba la Junta por un plan de empleo.

Cuentos de las cuentas para la provincia de Zamora en 2021

Y la Ratita Presumida se puso muy contenta y pensó:

–¿Qué me compraré? ¿En qué lo gastaré?

–¿Me lo gastaré en ayudas para el coronavirus detener? Si este año no se han agotado, no veo para qué.

–¿Me lo gastaré en un plan para poder trabajar? Ya tengo uno nuevo y nos vamos a cansar.

–¿Me lo gastaré en subvenciones al desarrollo industrial? Pues lo quito del todo, y no se hable más.

–¿Me lo gastaré entonces en bienestar social? Añado unos centimitos y no se notará.

–Pues ya sé en qué me lo voy a gastar: en obras en los pueblos, caminos, carreteras, más agua una vez más, ¡lo que esperan los zamoranos en la zona rural!

–Pues todo eso sí, pero más tarde será: con los remanentes de la cuenta general, que yo sí conozco y no los demás.

Y así acabaron las tristes cuentas mientras en la realidad, sesenta y cinco millones no servían para abordar ni la pandemia sanitaria, ni los negocios que cierran ya, ni el paro, ni las obras ¡Camino a despoblar!

Y entonces otro cuento había que contar, éste con moraleja, de la que voy a hablar.

El presidente se convierte en la lechera de la fábula de Samaniego fiándolo todo a unos desconocidos remanentes que va a conseguir dentro de unos días. Y ya saben cómo acaban las fantasías de la lechera, según la fábula de Samaniego: “Llevaba en la cabeza / una lechera el cántaro al mercado/ con aquella presteza / aquel aire sencillo, aquel agrado / que va diciendo a todo el que lo advierte: / Yo sí que estoy contenta con mi suerte”. Y como saben, después de fantasear con el dinero que va a sacar de la venta de la leche, brinca de contento y de tal manera: “que el cántaro cayó ¡pobre lechera! / Adiós, leche, dinero / huevos, pollo, lechón, vaca y ternero”.

Y quien dice lechera puede decir presidente, y al decir “huevos, pollo, lechón” hablar de remanentes, y “vaca y ternero”, tal vez Silver Economy. Porque cuando no haya remanentes o no nos los dejen gastar como hacía el gobierno de España anterior, o si fracasa o se malgasta el proyecto europeo, sólo nos quedará decir que no hay que llorar por la leche derramada.

Por ello, este año en que estamos viviendo las navidades del futuro de otro cuento, el Cuento de Navidad de Dickens del año pasado -cuando la pandemia que asola al mundo y a nuestra tierra cercana ni siquiera pasaba por nuestra imaginación más pesimista- os pedimos que os trasladéis como el Sr. Scrooge al espíritu de la próxima navidad en la que pasará lo siguiente: la ciencia, el personal que nos cuida y nuestra responsabilidad individual han vencido al coronavirus; la solidaridad ha vencido al virus de la desigualdad y el egoísmo; nadie se ha quedado atrás y los que no están al lado están dentro del corazón; todos nos reunimos en las casas y en las calles para abrazarnos y comernos a besos…

Y abren los bares qué lugares pensados para conversar.

(Y nos dan los 40 millones del Silver Economy que sirven para ayudar a quienes lo necesitan. Y como continúa el Gobierno, lo de los remanentes está hecho salvo que se hayan gastado).

Porque la navidad del año pasado empieza ahora, además de todo lo anterior os deseo de corazón: salud, paz y solidaridad para celebrarla el próximo año. Y que lo veamos.

Y colorín, colorado, este cuento un poco rojo, se ha acabado.