Hace más de un mes que hablamos por última vez. Me llamaste tú, cosa poco frecuente. Pero cuando lo hacías era importante, así que me apresuré a cogerlo. Te di la razón en todo, cosa poco habitual. Pero te juro que no lo hice por complacerte, era lo que sentía en ese momento.

Después la enfermedad atacó fuerte y ahora me mantengo en el equilibrio de llorar y echarte de menos sin que se note mucho, que al menos en eso la familia debería tener la exclusividad y es de mala educación robársela. Ellos se mantienen fuertes así que es obligación de todos hacerlo.

Hay esperanza, porque las personas extraordinarias como tú hacen cosas extraordinarias. Volverás y nos harás sentir incómodos de nuevo con tus reflexiones profundas de mente privilegiada y un poco atormentada. Porque la inteligencia y el buen corazón a veces son cargas pesadas de llevar: la sensación de que podrías hacer más, el inconformismo con lo que te rodea, el deseo de cambiar el mundo a mejor...

Sé que a veces no estuve a la altura en esas conversaciones, y ya no recuerdo si te llevé la contraria tantas veces por convicción, por comodidad, o simplemente por mi carácter un poco rebelde.

Cuando te vuelva a ver desearía abrazarte, pero seguramente no lo haré, porque ahora no se abraza. Desearía llorar mucho, por la alegría de verte y por el dolor contenido tanto tiempo (pero tampoco sé si lo haré porque me cuesta mostrar mis emociones en persona). Y desearía decirte lo mucho que te admiro y te aprecio y lo importante que eres para tanta gente sin saberlo (tampoco sé si me atreveré).

Por todo lo que me gustaría hacer cuando te vea y quizá no me atreva, aquí queda mi homenaje.

Sé generoso una vez más, con esa generosidad tuya, espontánea, natural y desbordante, y déjanos disfrutar de ti más tiempo, aunque ahora te duela el esfuerzo que requiere la recuperación.

Cuando vuelvas a estar listo, hablaremos de tus hijos, extraordinarios como tú, pero tan diferentes, de la vida saludable, de las terapias alternativas, de la empresa, de ecología, de las relaciones humanas, de la educación de tus nietos, de la muerte, de la vida, en fin... Ya no habrá conversaciones incómodas porque ahora sé que lo incómodo es no tenerte.

Te esperamos.

Olvido Valiente