Si se quiere, además de se debe, hacer lo mejor posible las respectivas obligaciones profesionales, ciudadanas, familiares, etc., como decían los “antiguos”, “habrá que echar toda la carne en el asador”; “verbigracia”, “estar al día” en todo tipo de conocimientos que sean necesarios e imprescindibles para el completo, exacto, eficaz y eficiente cumplimiento de las responsabilidades derivadas de los compromisos adquiridos, unos voluntarios y otros no tanto, con la sociedad; pues sus miembros se deben unos a otros para alcanzar la máxima satisfacción de sus necesidades y, como corolario, su bienestar y felicidad plenas.

Es por ello, como sucede, según “sostiene Pereira”, que en algunas provincias y pequeñas capitales de provincia, la “pachorra”, la “pasividad”, el “dejar correr los días”, el que de “otras latitudes, vengan a sacarles las castañas del fuego”, que las Administraciones Públicas aporten soluciones y medios, mientras la ciudadanía afectada esta con los brazos cruzados, con lamentaciones jeremíacas, etc., resulta totalmente improcedente.

Lo que tiene que procurar tal ciudadanía es reflexionar, como debiera hacerlo periódicamente cualquier sujeto con un mínimo de madurez, para analizar su situación, sus potencialidades, sus posibilidades, etc., para aportar lo mejor de sí mismos a los demás, como, asimismo, esperan “a la recíproca” de éstos.

Y como siempre que surge un problema, un reto, una cuestión, etc., de naturaleza humana, y como también decían los “tataras” respecto a “enderezar el arbolillo”, es en la “casa” y en la “escuela” donde, principalmente, a través del ejemplo, del sano, adecuado, pertinente, y motivador consejo, etc., teniendo en cuenta la edad, la personalidad, la psicología, la inteligencia, el tiempo, la situación socioeconómica, entre otros aspectos que configuran el medio y circunstancias en que se desenvuelve la vida de los menores de edad y adolescentes, principalmente; que los padres y los maestros, por las elevadísimas responsabilidades que voluntariamente han contraído hacia ellos, tienen que “volcarse” en las enseñanzas y trato que la “gente joven” precisa de ellos, para encauzar, estimular, ayudar, acompañar, etc. con cariño, empatía, profesionalidad, etc., especialmente en sus primeros años de vida y que tanto les condicionará su futuro, su vida laboral, su “hombría de bien”, su nivel de vida, etc.

El analizarse en profundidad para saber lo que puedan dar de sí, el tener presente las tareas a que se han de enfrentar, y que tantas repercusiones habrán de tener en sus “retoños” y “discentes”, es imprescindible para no herirles y sí obtener, y poner en funcionamiento, de ellos; todas sus facultades con plenitud.

La paternidad tiene que ser “responsable”, como dicta la recta conciencia y la Encíclica Humane Vitae, Papa San Pablo VI, que en su apartado 10, “La paternidad responsable”, manifiesta en su párrafo primero : «El amor conyugal exige a los esposos una conciencia de su misión de paternidad responsable…”, y en el cuarto: “En relación con las condiciones físicas, económicas, psicológicas y sociales, la paternidad responsable se pone en práctica ya sea con la deliberación ponderada y generosa de tener una familia numerosa ya sea con la decisión, tomada por graves motivos y en el respeto de la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido”.

Y es que hay que evitar “meterse en berenjenales” si falta, o es escasa, la exigente vocación, sacrificio y entrega que la paternidad y el magisterio debieran suponer e implicar.

Y el Magisterio requiere, como siempre, pero más que nunca en estos tiempos de “Celaá y coletas”, de una vocación profunda por la enseñanza, como “vastos” saberes, imprescindibles para inculcar al alumnado el sentido de responsabilidad respecto al estudio como instrumento inexcusable para adquirir la formación, que habrán de desarrollar a lo largo de toda la vida, que demanda cada día más; a medida que avanzan los avances técnicos y científicos, como son los económicos, jurídicos y sociales; la ciudadanía. De no ser así; y como lamentablemente está ocurriendo, entre otros motivos, habrá falta de competencia de los maestros, de asunción de compromisos que la paternidad implica y que luego no se cumplen, “pasan” de ellos, etc., hay gamberrismo sin fin en las aulas universitarias, en las carreteras, en los espacios públicos, incompetencia profesional, botellones, inobservancia y falta del más mínimo respeto a las leyes, a las autoridades, a la conciudadania, fraudes a la Hacienda Pública, etc.

¡Qué difícil es ser un profesor ¡¡ Qué responsabilidades, madurez y sacrificios supone la paternidad ¡…Por fa, quiénes no tengan vocación, espíritu, madurez, conocimientos, etc., no se “metan” a desempeñar tales cometidos, y así no perjudicarán a los destinatarios de sus quehaceres y a la sociedad a la cual se incorporarán como profesionales y ciudadanos “el día de mañana”, los alumnos y “descendencia”.

Marcelino de Zamora