En muchos aspectos me recuerda al doctor Welby, el protagonista de aquella serie, ‘Marcus Welby. Doctor en Medicina’ que tuvo un inmenso éxito en los tiempos no tan lejanos de nuestra televisión única, con capítulos geniales donde la bondad, la humanidad sin límites y la profesionalidad del doctor Welby eran la moneda de cambio para las relaciones personales entre médicos y enfermos. Hombre, del doctor José Miguel Diego Gómez no puedo decir que sea un médico de cabecera ad hoc. El doctor Diego es mucho más que eso, siendo mucho un médico de atención primaria. El doctor Diego es un académico, un hombre de ciencia, un erudito, un sabio médico querido y respetado en los ámbitos de altura donde se mueve.

Digo lo que digo porque el doctor Diego tiene el don de conocer quién está bien y quien se encuentra mal, cuál es la dolencia que aqueja a cada quien y lo más importante, se molesta en coger el teléfono, en preguntar, en dar consejos, en ofrecerse por si pudiera ser de ayuda. Es muy de agradecer, sobre todo en estos tiempos que corren, saber que hay personas que al enterarse de los problemas sanitarios del prójimo acuden a él sin esperar a ser llamados, como debe ser.

Hombre serio y circunspecto donde los haya, el doctor Diego es dueño de un corazón grande. Lo tiene bien guardado en la caja torácica, dominándolo para que no se acelere pero tampoco se ralentice. Ahora, cuando hay que sintonizar su ritmo, su cadencia, con el dolor o la alegría de los demás, sabe ponerlo a punto. Estoy segura de que buenos saltos le da cuando las cosas salen bien y su interés no cruza la linde de la preocupación compartida o del dolor compartido.

A sus ojos escrutadores no se escapa nada, ni una perla de sudor, ni una mirada lánguida, ni la extrema delgadez, ni la gordura excesiva. Detrás de sus gafas o por encima de ellas, don José Miguel realiza su diagnóstico siempre acertado. Porque el doctor Diego es de los que mira y vuelve a mirar una y otra vez para que nada se escape a su control médico. Siendo como es importante todo lo dicho y porque se conoce el vademécum al dedillo, del doctor Diego me quedo con esa faceta un tanto desconocida de su interés personal por los que sufren, por los que padecen algún tipo de enfermedad, por los recién operados, por los que van a entrar a un quirófano, por los convalecientes. Son llamadas que se agradecen sobremanera y que nos devuelven la imagen más desconocida de un médico y académico de prestigio.