Ha llovido mucho y escampado poco desde aquello de “¡España antes roja que rota!”, mientras una izquierda frentista pretende hacernos llegar a lo uno y lo otro. Exactamente es lo ocurrido desde el comienzo de la transición, en un lento y calculado proyecto de demolición no ya del régimen del setenta y ocho, inviable a lo que parece en su misma esencia, sino de la nación española y del Estado como anclaje donde, con independencia de regímenes o formas pasajeras de gobierno, aquélla descansa garantizando la convivencia.

En España, la quiebra de la democracia parlamentaria y del Estado es una posibilidad que cobra cuerpo de forma acelerada. Probablemente haya mucho más que factores internos, coadyuvando a la voladura de la nación más antigua de Europa. Sea como fuere, lo cierto es que al presente se hace cada vez más difícil recomponer la normalidad institucional en Cataluña, Navarra y el País Vasco, más allá de soluciones draconianas nada aconsejables. Sin duda, a este paso se van. Ante lo cual, ¿no habría sido mejor dejarlos ir desde el principio enfrentándolos a sus demonios, que optar por la lenta sangría del Estado, víctima de un separatismo desleal y parásito que ha hecho de fructífera coartada en su propósito jamás disimulado de agusanar, de enfrentar al resto de la nación y la ciudadanía?

De haber unidad en el resto y no la división autonómica, la pelota de las contradicciones se hallaría en el tejado del separatismo, y de hecho, le estallarán más pronto que tarde a nivel doméstico. Si no fuera por un sistema autonómico cuyo modelo, no se olvide, fueron la Alemania posnazi y la Italia posfascista, sin duda lo mejor de cada casa, sería digno de ver, a bien ser en viñeta de la antigua Flaca, como a la oligarquía catalana de barretina y fabriqueta le merienda la tostada electoral una Esquerra históricamente oportunista no menos que golpista, de la mano de socios que evocan, en cuanto a propuestas sociopolíticas, los días del anarquismo y la CNT.

Mas ¿qué decir también, por el lado de una justicia poética, del PNV sabiniano y de las nueces, igualmente con su oligarquía en la trastienda, viendo a las fuerzas herederas de quienes antaño sacudían el árbol a un tris de arrebatarle feudo y poder, aupadas por un PSOE hoy caricatura del antiguo obrerismo vizcaíno, para impulsar un proyecto de corte marxista, anticatólico y anticapitalista extremo?