Dicen que partir es morir un poco. Ver a otros partir es morir un poco también. Ver partir al coronel José Andrés Cuéllar Izquierdo, subdelegado de Defensa en Zamora, me produce una tristeza infinita, solo paliada por la multitud de recuerdos que atesoro de su paso por Zamora, de las relaciones profesionales que nos unieron y que desembocaron en una amistad a prueba de olvido, a prueba de paso del tiempo. En la carrera militar del coronel Cuéllar, Zamora ha sido alfa y omega y entre ambos momentos una vida de abnegación, de disciplina, dedicación y entrega, marcada por la honestidad, la convicción y la vocación.

El coronel Cuéllar ha sido como una bendición para esta Zamora que, con su presencia a lo largo de estos seis últimos años, ha vuelto a recobrar su pasión confesada por la Fuerzas Armadas. Nadie como él ha sabido encarnar desde la sencillez, la campechanía y la cercanía el modelo y ejemplo que de todo buen militar se espera. El coronel Cuéllar es sociable por naturaleza, conoce como pocos las claves para establecer relaciones con la sociedad civil y hacer amigos, uno de los muchos dones que le han sido dados.

El coronel Cuéllar ha sabido, como pocos, impartir la cátedra sobre ‘cultura militar’ que ahora deja. Siempre dispuesto a colaborar logrando, merced a su sonrisa, a su buena disposición y a su perseverancia que, en todos, compañeros, amigos y sociedad, hayan calado hondo su bondad, su fortaleza, su constancia y su sentido del deber. El coronel Cuéllar nos deja, se va con la satisfacción del deber cumplido, y sobre todo se va llevándose a raudales el cariño, la admiración y el respeto de todos, compañeros, amigos, todos cuantos hemos tenido la oportunidad de compartir tiempo, proyectos, conversaciones y amistad con él.

Lejos de dejar un vacío, la marcha del coronel Cuéllar deja un pleno en multitud de corazones. Hombre culto donde los haya, amante de la historia y de la música, de la buena música, que siempre han corrido paralelas a su vocación por antonomasia: Militar. Gracias al coronel Cuéllar, siempre nos quedarán los conciertos militares del Ramos Carrión de los que es promotor infatigable. Quiero calificar de imborrable la huella que deja en Zamora. Aunque ser militar es algo intemporal que no entiende de reservas o jubilaciones, se va el militar pero se queda el hombre, el compañero, el amigo. Nos deja su esencia. Que la nueva vida que ahora empieza sea igual de fructífera. A mí me quedan sus recuerdos, su amistad y una bandera que ocupa lugar preferente en mi hogar. Hasta siempre, mi coronel.