Estamos tristes, Majestad

Estoy triste porque soy uno de los 26 millones de españoles que a juicio de un descerebrado con menos luces que una babosa, pasado de copas y de raciocinio, difundió por los medios de comunicación una carta dirigida a Su Majestad, el rey, que se merecían ser fusilados. Yo creo, al menos, desde las Guerras de Cartago que todo español que haya sido asaeteado, ahorcado o fusilado, es un asesinato sea cual sea en el hecho que se haya invocado para cometerlo.

No crean que ese día me dieron ganas de huir de mi país, y sigo amando a la institución militar, de la que he formado parte, con toda mi fuerza Y el mismo sentimiento de gratitud por haberme admitido en ella, la Guardia Civil. Pero me entristeció el hecho de que la carta fuera firmada por una larga lista de oficiales y que unos días después fuera secundada por otra firmada también por oficiales, generales y almirantes que dicen cosas parecidas.

Mientras estaban en activo yo también lo estaba y realizábamos misiones paralelas y en algún caso de colaboración. Durante 40 años hemos utilizado la democracia para cultivar la estabilidad y no lo hemos logrado a juzgar por los exabruptos de estos “salva patrias” que no han leído el discurso de Platón en el funeral de Pericles cuyo ejército vencía a sus enemigos por la invención del arma más formidable de los ejércitos, no superada todavía por ninguna otra, la “disciplina”. El poder de los ejércitos sin disciplina es una caricatura de las guerras de “Gila”. También después de jubilado se sigue siendo militar, el ideal es seguir unidos por la disciplina.

Invocar el “juramento” pronunciado para defender a la patria en la democracia es para proteger los derechos civiles y políticos, el imperio de la Ley, la protección de los derechos de las minorías, la independencia de los tribunales y el funcionamiento de todas las instituciones para que con su trabajo nos cobijen bajo su manto a todos los ciudadanos, sin distinción de ningún tipo. Permítanme que les diga que por ahora no se ve a ningún grupo “armado hasta los dientes” al que hay que combatir. Sencillamente, ustedes se han equivocado. Todavía están a tiempo de rectificar.

Hay otro aspecto que me preocupa y tiene relación con la doctrina que se imparte en los centros de formación militares, fundamentalmente de los oficiales y de los cursos para generales.

Los oficiales son evaluados anualmente por un tribunal de mandos superiores, el cuestionario que hay que rellenar es muy amplio y cuando hay discrepancia en la nota de una de las preguntas se resuelve por votación. También cabe el recurso a un tribunal superior, cuando al evaluado se le da cuenta de las notas y está desacuerdo en alguna de ellas. Ningún coronel con unas evaluaciones deficientes debería ser propuesto para el empleo de general. Algo falla en este campo cuando tantos generales y almirantes han firmado las cartas mencionadas. O falla el sistema o algún Ministro de Defensa debería haber sido más exigente.

El exministro de Defensa, Narcís Serra, en su libro “La transición militar”, en la página 124 cita el discurso del Almirante Pita da Veiga en octubre de 1975 que dijo: “Estamos firmes para que los políticos hagan su política. Nosotros velamos por la seguridad de la patria y porque no se alteren sus esencias de las que somos sus depositarios”. A mí esta afirmación me parece equivocada. Las Fuerzas Armadas son el elemento que los Gobiernos tienen para hacer respetar sus decisiones internacionales cuando sea necesario. En cuanto a velar por la seguridad nacional un general o un almirante tiene la misma obligación que cualquier ciudadano español, con la única diferencia de que uno se prepara para utilizar los medios que el Gobierno pone a su disposición para la defensa y el otro se afana en cumplir con sus deberes como español.

El libro citado de Serra es un libro normativo no es la historia de la transición militar, que está por escribir, y alguien debería hacerlo para dejar constancia de las ayudas y de las dificultades. Narcís Serra ha estudiado con detenimiento a los teóricos que han estudiado a las Fuerzas Armadas en General. Entre otros: Max Weber, Morris Janowitz, Gerke Teiler (estos estudios están recopilados por Rafael Bañón y José Antonio Olmeda en el libro “La institución militar en el Estado contemporáneo”) también cita a Edmund Burke, que creía que “un cuerpo armado y disciplinado es, por su propia esencia, peligroso para la libertad, y si es indisciplinado, es ruinoso para la sociedad”. De estas lecturas deduzco que el control de las Fuerzas Armadas se fundamenta en la disciplina y en la doctrina. Todo lo demás es pura tecnología.

¡Ah! conmigo no cuenten para su proyecto estoy radicalmente en contra y me opondré con todas mis fuerzas.

(*) Portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Peñausende