El pasado sábado, volví a engancharme a Paramount Channel, en esta ocasión para ver por enésima vez la trilogía de ‘El Padrino’. ¡Qué gran obra! Inconmensurables, el escritor y guionista Mario Puzo, el literato de la mafia, y el productor y director Francis Ford Coppola, bajo cuya dirección se rodó estas obras maestras. Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, las tres que dirigió Coppola fueron magistrales. A todo ello hay que añadir las soberbias interpretaciones de Marlon Brando, Robert de Niro, Al Pacino, Andy García, James Caan, Diane Keaton, Talia Shire, Robert Duvall, en fin, todos, porque el elenco no pudo estar mejor elegido.

Sólo que el sábado me di cuenta de una cosa. La trilogía de El Padrino puede desaparecer de las pantallas, tanto de cine como de televisión, por lo menos aquí en España donde el papel de fumar no sólo se utiliza para liar cigarrillos. Puede que lleguen a abolir la trilogía y declarar personas non gratas a Coppola y Puzo, que en paz descanse, y con ellos a todos los actores que intervinieron en los distintos filmes.

No hace falta ser un Séneca para darse cuenta del motivo: la violencia que se ejerce sobre los personajes femeninos. En cuanto Irene Montero las revise, en cuanto el feminismo extremo se percate del asunto, El Padrino será una reliquia. Servidora se las ha grabado por si acaso. Es tan evidente todo. No sólo las muertes a manos de los gansters, sino las bofetadas y las palizas de las protagonistas a manos de sus maridos y amantes en las tres pelis.

A ver cómo llamamos si no a las brutales palizas que Carlo Rizzi (Gianni Russo) le pega cada dos por tres a Connie Corleone (Talia Shire). Cómo llamaría usted al bofetón que Michael Corleone (Al Pacino) le asesta a su mujer Kay Adams (Diane Keaton) tras enterarse de que el aborto sufrido había sido provocado. Qué consideración le merece el trato que Sonny Corleone (James Caan) le da a las mujeres, sabiendo además que a la suya propia le tiene colocado en todo el frontispicio una cornamenta boreal como poco de ciervo, de reno, de alce, de gamo o alguno de estos astados por el estilo.

Una violencia desmedida contra la mujer que pronto hará saltar todas las alarmas del feminismo gubernamental. Se han abolido canciones, ¿por qué no películas, por muy importantes que sean? Lo que no sé es cómo se han podido proyectar de nuevo. Resulta incalificable e injustificable este descuido del departamento de la señora Montero que debe actuar de inmediato no vaya a ser que algún despistado copie comportamientos tan incalificables.