Ya, ya sé que es un poco pronto para lo de las felicitaciones navideñas, aunque ya anden circulando por ahí algunas, como la de la Casa Real con la firma del ex incluida. Faltan unos cuantos días y el personal sigue con la mosca tras la oreja y con un remolque de dudas sobre lo que puede y no puede hacer, sobre dónde ir o no ir, o sobre la gente que se puede juntar a cenar en eso que se conoce como “fechas tan señaladas”. Y la verdad es que la riada de declaraciones que se producen un día sí y otro también no ayuda mucho. Tengo un amigo que se cabrea un montón cada vez que oye a un político dar consejo tras consejo:

-Menos consejos y más decisiones firmes y duraderas, suele argumentar.

No le falta razón. Claro que también debería tener en cuenta que en este terreno, el de la pandemia, las cosas cambian casi al segundo. Bajan los brotes, vuelven a subir, aparece una vacuna con un alto grado de eficacia, surge otra y otra, llegan las excepciones y los retrocesos, se anuncian fabricaciones masivas, se reducen estas producciones, se habla de compras de millones de dosis, se rebajan esas cantidades, se fija una fecha para el inicio de la vacunación, se retrasa esa cita…

Y así podríamos seguir hasta el Juicio Final. Y, de paso, acentuar las críticas a autoridades (sean del color que sean) y expertos en general. Cualquiera de nosotros sabe mucho más que todos ellos juntos. En estos meses de Covid-19 nos hemos convertido en médicos, virólogos, inmunólogos y añadan las profesiones sanitarias que quieran, realzadas con unos cuantos renglones de masters. ¡Oyes por la calle cada conversación, cada “lo que había que haber hecho era tal y cual”! Y se quedan tan oreados, como si hubieran dado con la piedra filosofal y los demás, ignorantes ellos, no les hicieran caso por envidia, por intereses bastardos o porque no tienen ni idea de lo que se traen entre manos, empezando, claro está, por Fernando Simón, el ministro Illa, el vicepresidente Igea, la consejera Casado, el alcalde turno, los concejales… En fin, que el único que ha dado con la solución es el menda lerenda, yo mismo con mi mismidad.

Ante este panorama, que se produce y mantiene con harta frecuencia, uno no puede por menos que alabar unas recientes declaraciones de Vicente del Bosque. En otra lección de sensatez, rompía una lanza dialéctica a favor de los gobiernos, de todos, en la gestión de la pandemia. Venía a decir que están haciendo todo lo que pueden y lo que le recomiendan los expertos, pero que ni esos expertos ni nadie sabían cómo iba a evolucionar la pandemia ni cuáles eran sus características. El ex seleccionador español pedía, además, menos críticas y más unión. Y alertaba contra los que van dando soluciones como si fueran entendidos en la materia. Que dejen trabajar tranquilos a los que saben.

Creo que somos muchos los que pensamos así. Y los que reclamamos menos acíbar, menos vinagre, y más empatía y ganas de arreglar los males. Pero ya se sabe que hay gente que tiene un problema para cada solución y otra que necesita la basura (y si no la encuentran, se la inventan) para revolcarse en ella y tratar de disimular sus piojos y demás parásitos. Tiene que haber de todo, como en la Viña del Señor.

Disquisiciones y reflexiones aparte, el caso es que las Navidades se presentan algo mejor de lo que creíamos hace unas semanas. Bajan los contagios, las hospitalizaciones y, aunque, por desgracia, no del todo, las muertes. Estos descensos, que se han intensificado últimamente, han traído un aire de optimismo a la sociedad. El personal ya no ve tan negras las fiestas. Echa sus cuentas. Se puede hacer esto y lo otro, podemos reunirnos con los de tal o cual sitio… O sea que el ¡Felices Pascuas! puede sonar, si bien con sordina. Pese a la mejoría, no van a ser, ni mucho menos, unas navidades normales. Que no se nos olvide.

Y ya que hablamos de avances ahí tenemos, uff, el acuerdo de los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea para desbloquear y poner en marcha los 750.000 millones de euros (142.000 para España) que buscarán la recuperación de los gravísimos daños causados por la pandemia. Los garañones de Polonia y Hungría levantaron sus vetos y se plegaron a una salida pergeñada y ejecutada por la única líder europea de verdad, Angela Merkel. ¿Se imaginan a España fuera del paraguas europeo con la que está cayendo? Pues, aun los hay que… Y no solo ex militares de golpismo decimonónico y sangriento. ¡País!, que decía el gran Forges.