Desde que nació esta columna en 2007, hay mínimo una por año dedicada expresamente -y referencias en muchas otras- a la debacle demográfica de la provincia de Zamora. El drama de la despoblación con su gemelo el envejecimiento de nuestra pirámide poblacional. Que por cada mil fallecimientos el tobogán del número de nacimientos haya descendido por debajo de los quinientos y esté ya en los datos de 2019 al borde de caer de trescientos, debería ser y no lo es, el principal y casi exclusivo argumento rector de todas y cada una de las acciones de gobierno. De todos los gobiernos. Porque no se trata solo de la muerte vegetativa de nuestra provincia por la diferencia entre fallecimientos y nacimientos, sino de la diáspora en bloque de generaciones enteras por la falta de expectativas, de actividad económica y de empleo.

Cuando un problema no es nuevo sino crónico y se agrava de año en año, cualquier solución es mejor que mantenerse en la inacción del espectador idiota que ni entiende ni analiza lo que pasa delante de sus narices. No es solución sino problema que el político más conservador de nuestra provincia y alcalde de Zamora se niegue sistemáticamente a aplicar cualquier reducción de tributos que favorezca a la economía productiva, bajo excusas infantiles y, en el fondo, porque le repele la propia existencia de la actividad privada aunque sea tan de andar por casa, tan de trabajadores, familias, autónomos o pequeñísimos empresarios como la hostelería o el comercio local. O que pase olímpicamente de Monte La Reina, no sea capaz de conseguir y gestionar un triste proyecto con financiación europea o se diluya entre la incapacidad y la mediocridad.

No es solución sino problema que la Diputación provincial no pegue un puñetazo en la mesa institucional aunque con eso enfade a su vicepresidente regional. No es lo uno sino lo otro que el gobierno regional solo se acuerde de exigir al gobierno central el cambio de los criterios de financiación autonómica cuando gobierna el PSOE y no su propio partido. O que a la hora de distribuir sus propios recursos lo haga con los mismos criterios poblacionales inversos a lo que necesitamos. O que se mantenga un criminal toque de queda a las diez de la noche destrozando aún más la economía y el empleo. Lo mismo cabe decir de quienes desde sus propias filas, en lugar de exigir al gobierno PSOE-Podemos recursos y respaldo para Zamora, vociferan contra la Junta y callan sin vergüenza ante los jefes de los que sus sueldos dependen, que se burlan de nosotros y se lo dan a los de siempre o lo malversan en basura ideológica.

Si hay culpables, callar es ser cómplices. Falta saber cuántos estamos dispuestos a no serlo, a sumar, trabajar y crear opinión por esa “revolución” en positivo. Volcarse con la economía productiva y la exigencia de políticas rupturistas por el desarrollo. Con la fijación poblacional que viene de atraer inversión y profesionales, mantener a los jóvenes, apoyar a la mujer en el empleo y el emprendimiento. Rompemos la dinámica o nos vamos al guano. Hagámoslo por Zamora.

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