Ahora sí, ahora ya le podemos dar la bienvenida oficial al nuevo obispo de Zamora, Fernando Valera Sánchez, que esta misma mañana será ordenado prelado de la diócesis de Zamora, hasta ahora vacante. No queremos situación alguna de vacante en Zamora. Bastantes vacantes hay ya en las empresas y en los comercios y en las vidas de tantas personas, como para, además, soportar la vacante del Pastor que viene a apacentar este rebaño que le ha tocado en suerte. No vaya a creer monseñor, ni por un momento, que la tarea que le ha sido encomendada le va a resultar fácil, a veces ni siquiera gratificante. Está el patio muy revuelto.

A su paso por Toro, camino de la capital, don Fernando ha dejado huella. Buen párroco tienen los toresanos en el padre Jesús Campos, un sacerdote querido por todos. Siempre hay unanimidad en los afectos hacia el que, durante tantos años, fuera párroco de San Lorenzo. Lo habrá podido comprobar in situ el prelado.

En la Catedral no estarán todos los que son por mucho que sean todos los que estarán. Faltará el padre Luis Zurrón, misionero del Verbo Divino, capellán de la Residencia Reina de la Paz, recién operado de la cadera izquierda y que, a buen seguro, seguirá la ceremonia desde su habitación del Hospital Recoletas. Un beso de papel padre Luis, en espera de materializarlo cuando se pueda. “El que aspira a presidir la comunidad, desea ejercer una noble función”. No me cabe duda alguna de que la función pastoral y personal de nuestro obispo será, en todo momento y circunstancia, muy noble. Espero que a su alrededor le pongan las cosas fáciles. Lo malo está de puertas afuera de esa casa que ha venido a ocupar como un vecino más de esta noble y leal ciudad. Tengo ganas de pegar la hebra con el nuevo monseñor. No me diga por qué, desde el primer momento, me ha llegado a los adentros. Su mirada, su sonrisa que se me antoja tímida, su humildad. Es un poco de cada cosa.

Deseo, de todo corazón, al nuevo obispo de Zamora, a don Fernando, el mayor acierto y un buen trabajo al servicio del Evangelio. Sé que cuenta con la gracia de Dios, ¡casi nada! Que su dedicación y entrega se vean compensadas con el cariño, la tolerancia y la comprensión de todos los zamoranos. Ante sí tiene una gran responsabilidad, muchos retos y la oportunidad de servir a Zamora, teniendo en cuenta aquello que Jesús nos dejó como herencia: un amor incondicional, sobre todo a los más pobres, a los más vulnerables. Dios le ayude, monseñor. Sea bienvenido.