La estructura productiva del país no se cambia de un día para otro. El franquismo ya nos dejó una estructura muy condicionada, pero desde que murió el dictador en 1975 ya han pasado 45 años y solo hemos tenido gobiernos de estos dos partidos salvo el actual. Así y todo, parece que ellos mismos lo han olvidado ya que continuamente se acusan de algo que ellos han originado. Ya en el año 2008, el de la crisis financiera, se vio que dicha estructura productiva fue determinante en lo que nos ocurrió en términos de caída del PIB y del empleo. Ahora, con la pandemia, nos ha vuelto a pasar lo mismo y así volverá a ocurrir con cualquier crisis profunda siempre que no se tomen medidas desde ahora mismo. Aprendemos poco o nos olvidamos pronto de nuestra realidad. Esto no ocurre igual con otros países de nuestro entorno europeo.

Nuestros hechos diferenciales son muy claros. Uno de ellos es el elevado peso del turismo, la hostelería y sectores afines que representan el 25 % del PIB. Esta sobredimensión se acentúa en el sector turístico que contribuye con el 12,3 % del PIB nacional y el 12,7 % del empleo, uno de los porcentajes más elevados entre los países desarrollados y que no está suficientemente compensado por otros sectores más resistentes como el industrial.

La hostelería, que influye mucho en el empleo y que tiene una gran dimensión en España, representa en torno al 7 % del PIB (tenemos 315.000 establecimientos, a razón de un bar, cafetería y equivalente por cada 150 habitantes, el de mayor densidad del mundo). Los españoles dedicamos el 15 % de la renta a este capítulo, el doble de la media europea. Esto es producto de nuestra idiosincrasia y forma de vida y lo estamos viendo en esta pandemia.

Otro factor que contribuye a lo que nos está pasando es la característica de nuestras empresas ya que muchas son micropymes puesto que el 94 % de ellas tienen menos de 10 trabajadores. Estas empresas están más desprotegidas ante la escasez de efectivo y tienen más dificultades para acceder a herramientas que mitiguen la disminución de liquidez. La empresa española es pequeña, poco competitiva y tiene márgenes muy bajos. Por otro lado, la industria tiene un peso menor a la media europea y es un sector desigualmente tecnificado, vulnerable y dependiente de terceros.

España, que es la quinta economía europea, desgraciadamente ocupa el decimoséptimo puesto en esfuerzo inversor en innovación y desarrollo (I+D) con relación al PIB. Cada vez vamos a menos en este capítulo respecto a lo que hacen otros países europeos. Esto condiciona mucho el futuro del país ya que dependemos mucho del exterior.

Asimismo, la precariedad laboral se visualiza en la alta tasa de contratos temporales y el tiempo parcial de ellos, todo ello ligado al modelo productivo nacional, como no podía ser de otra manera. Tampoco salimos bien retratados en lo que ahora está de moda como es el teletrabajo ya que solo un 30 % pueden realizarlo de forma remota, siempre en el mejor de los casos. España es el sexto país de la UE que menos lo realiza.

El panorama, con todas estas realidades, se nos presenta negro y habría que trabajar para ir cambiando la estructura productiva nacional, tarea que nunca se ha hecho o se ha ido por lo fácil como insistir en turismo y construcción. Para eso se necesita consenso político, condición de la que carecemos. Si realmente acaban llegando los prometidos fondos europeos y existiese ese consenso político nacional, podría ser una gran oportunidad para empezar la necesaria transformación que nos fuese corrigiendo el comportamiento tan pendular y extremista debido al desequilibrio de nuestros sectores productivos. Es una tarea larga en el tiempo, pero acabaríamos consiguiendo una mayor solidez en la distribución de los sectores y nos prepararía para mejor resistir las adversidades, ya sean las cíclicas de la economía como las de otro tipo tal y como la que ahora estamos pasando con el coronavirus.

Somos una nación que no planificamos nada bien ni en lo económico ni en lo social. También nos cuesta trabajar de forma colaborativa entre nosotros. Cuando surge una idea, trabajamos más en derribarla que en mejorarla. Lo estamos viendo claramente estos días en los debates políticos. En un mundo tan competitivo, eso es un derroche imperdonable. Confiemos que en algún momento las cosas vayan cambiando y que las generaciones futuras lo vean.

Este escrito es un resumen de lo publicado en múltiples artículos económicos sobre la estructura productiva de España. Mi mérito, de existir, está en su resumen.