“El 26 de marzo del 2007, durante el acto inaugural del IV Congreso Internacional de la Lengua Española, el escritor colombiano Gabriel García Márquez afirmó que los millones de personas que habían leído Cien años de soledad hasta la fecha no eran una prueba del éxito de su libro, sino del éxito de la lengua castellana y su embrujo en los lectores. “Hay una cantidad enorme de personas dispuestas a leer historias en lengua castellana, y por lo tanto un millón de ejemplares de Cien años de soledad no son un millón de homenajes al escritor: es la demostración de que hay millones de lectores de textos en lengua castellana esperando, hambrientos, de este alimento”, dijo Gabo en su discurso”.

Otro gran escritor y Premio Nobel de Literatura, el peruano Mario Vargas Llosa, ha realizado una encendida defensa del idioma de Cervantes que registra cinco millones de hablantes en todo el mundo y 500.000 estudiantes más que el pasado año. Es más, el Anuario del Instituto Cervantes registra el crecimiento continuado de la lengua española que ya es empleada por el 7,5% de la población mundial. Nuestro idioma despierta interés en todo los países del mundo mundial, menos en el nuestro donde parecen querer relegarla al ostracismo frente a las lenguas periféricas.

Sostiene Vargas Llosa que “existe una conjura para impedir que el español se manifieste, se haga presente con todo lo que significa” y “tenga la condición de lengua clandestina”, añade el Premio Nobel. Si eso fuera así, sería una aberración, un insulto, un dislate, una insensatez descomunal que dejaría a España muy mal parada. Y todo viene a cuento de la contestada Ley Celaá, criticada por una inmensa mayoría de ciudadanos, dentro y fuera de España. Eliminar en la Educación la condición de vehicular de la Lengua Española es un atentado que nos deja a los españoles sin identidad.

Si algo nos define en el mundo es nuestra lengua, como lo son nuestro carácter, nuestras costumbres y tradiciones y nuestros símbolos. Todo ello no se puede borrar de un plumazo merced a una controvertida Ley sobre la que Vargas Llosa ha puesto el dedo en la llaga. Son muchos los que a raíz de sus palabras, pronunciadas con motivo del Día de la Constitución, ven la clandestinidad de nuestra rica lengua como algo posible. Desde luego, pinta raro y feo el acoso al idioma español del que sólo pretenden beneficiarse los grupos independentistas con dialecto propio.

Soy optimista y no creo que lleguemos a asistir al entierro de nuestro idioma, supondría el rechazo del mundo y nuestra marginación. Despreciar ‘alimento’ tan solicitado pasaría factura al Gobierno.